Dixon.Condujo por varias horas hasta llegar a su destino. Se sentía cansado y hasta cierto punto impotente. Solo había una persona que podía calmar esas ansias devastadoras que le recorrían como pesares, e iría por ella. Subió las escaleras del lugar, y tocó la puerta. No había avisado su llegada, pero no le importaba, quería sorprenderla. Sin embargo la persona que le abrió hizo que su rostro se agriara más.—Mira lo que trajo la marea... —dijo con ironía— se te ha perdido algo por aquí, primito.—Nada que te importe, James —el fornido se cruzó de brazos.—Pues te quedarás afuera, porque hasta donde tengo entendido nadie quiere saber ti en esta casa. —A quien le tengo que importar lo hace, así que apártate que pienso entrar.—Ah, te refieres a nuestra ricitos —Dixon tensó su mandíbula—, no está aquí. Tenía una cita o algo así, ya sabes, una vez que las traicionas ellas se despechan y se van con cualquiera —sonrió de lado—. Si ves lo sexy que iba, ese suéter sin sostén dan ganas de
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