ChantalLos días pasaban y el peso adherido a su corazón no se disipaba. El tiempo todo lo cura o todo lo quebranta y Chantal se mantenía entre el mismo remolino de emociones encontradas que le impedían tener una conversación sana con su padre y dejar de evitar a Dixon. Cada vez que Robert la llamaba sus exigencias y amenazas eran más fuertes. Lo había enfrentado, pero él no dejaba la posición autoritaria e intimidante que hacía que a ella se le erizara la piel con cada palabra. Tenía su voz de trueno grabada en el subconsciente. Sabía que por más que se lo pidiera Robert no le iba a dar la libertad; no si esta estaba al lado de un Derricks y podía manchar su apellido.Leía los mensajes que Dixon enviaba a la página o a su móvil. Era un alivio verlos y saber que él la seguía esperando a pesar de estar actuando como una auténtica cobarde. Lo extrañaba tanto, que las ganas de tenerlo consigo eran casi incontenibles; todo lo que le provocaba él lo era. Eso que se acunaba en su pecho con
Chantal.—Es como tiene que ser, Chantal; y debe terminar de la forma en que ustedes decidan, no como los demás lo estipulen —ella asintió.—Me preparas algo de eso —pidió al rubio para cambiar de tema.—Con gusto —él le regaló una de sus brillantes sonrisas y continuó su labor culinaria.Perdonar a Derek no fue tan difícil. Se preguntaba cómo sería el mismo proceso con su hermano ¿Lo lograría? Es que Dixon le dolía en lugares del alma donde más nadie había logrado alcanzar. Tal vez por eso disculpar su engaño se le hacía tan complicado; eso junto a lo que traería consigo que volvieran a retomar lo que tenían. Las relaciones interpersonales eran complicadas. Las emociones y sentimientos no son para cobardes. De todo lo aprendido este tiempo, esta era una de las consignas que mantenía en su mente. Si él se atrevía a tanto por ella, ¿por qué ella no podía hacer lo mismo?. Aún temía, pero la quemazón hiperactiva en todo su ser le exigía que ya era hora de enfrentar la realidad, y decidi
Dixon.Sus labios sobre los de él, eran la gloria que había anhelado por todo este tiempo. Su mente sentía gran alivio, pues esto que estaba ocurriendo entre ellos era real. La había soñado, pensado y deseado tanto que le costaba soltarla. Si la felicidad tuviera cuerpo y esencia sería ella, porque eso que lo abarcaba y le calentaba el pecho era alegría pura, amor que solo esa Robinson podía desatar en él. La quería así, con sus miedos e inseguridades porque mientras estuvieran juntos le podían hacer frente a lo que fuera.Su madre se había equivocado al afirmar que ella no le correspondería, a pesar de que Chantal no había dicho nada Dixon lo veía en sus ojos. Estaban ahogados en el mismo mar de pasiones, siendo arrastrados por la corriente imperiosa que les exigía tenerse el uno al otro.La bajó de encima de él para fundirla en un abrazo. La apretó con fuerza, le besó los rizos e inhaló ese aroma semidulce que le prendía las ganas de recorrerle toda la piel con su lengua.—Sigues si
Dixon.El viaje de regreso fue tranquilo, Chantal, como de costumbre, se quedó dormida. Sus dedos estaban entrelazados y él podía notar cierta paz en su semblante. Aparcó frente a su edificio, había anochecido y era hora de separarse, cosa que él no quería. Sopesó la idea de secuestrarla y llevarla hacia su apartamento, pero no quería acelerar las cosas, aunque las ganas de poseerla le estaban quitando el juicio.—Hemos llegado —susurró en su oreja y luego comenzó a dejar pequeños besos sobre esta.Ella rio por las cosquillas que le causaba. Se giró y juntó sus labios con los de él. Sus bocas se fundieron. El deseo llameante se esparcía por sus cuerpos con cada lamida y mordida que se propinaban. Quería más, y la rizada también, lo sabía por la forma en que ella tocaba sus brazos, su pecho y abdomen. Él no se pudo aguantar, fue dejando un rastro húmedo con sus labios sobre el cuello de Chantal. Llegó hasta su pecho y comenzó a subir el sueter de tela fina que cubría la magnificencia
Dixon.En las oficinas Derricks resaltaba el ambiente profesional y frío que se expandía dentro de la pulcritud de paredes grises y empleados trajeados a colores neutros. Dixon miraba a través de los amplios cristales del despacho de su padre como los empleados se movían debajo, concentrados en esa rutina laboral que les estaba consumiendo la vida. No quería eso para él, ya tenía quien le iluminara en el oscuro camino que por obligación tuvo que tomar; y es lo que venía defender sin importar qué sucediera después de confesar todo.Escuchó la puerta abrirse y se giró de inmediato. Daniel entró con esa tensión que le caracterizaba al estar en su imperio. Lo miró y frunció el ceño antes de acercarse al buró.—No esperaba tu visita tan pronto —dijo tomando asiento—. Debe ser muy importante eso de lo que tenemos que hablar.—Lo es.Respondió sentándose frente a él y con el mismo tono neutro que su padre le había usado, aferrándose de valor para enfrentar a esa bestia déspota disfrazado de
Dixon.Condujo por varias horas hasta llegar a su destino. Se sentía cansado y hasta cierto punto impotente. Solo había una persona que podía calmar esas ansias devastadoras que le recorrían como pesares, e iría por ella. Subió las escaleras del lugar, y tocó la puerta. No había avisado su llegada, pero no le importaba, quería sorprenderla. Sin embargo la persona que le abrió hizo que su rostro se agriara más.—Mira lo que trajo la marea... —dijo con ironía— se te ha perdido algo por aquí, primito.—Nada que te importe, James —el fornido se cruzó de brazos.—Pues te quedarás afuera, porque hasta donde tengo entendido nadie quiere saber ti en esta casa. —A quien le tengo que importar lo hace, así que apártate que pienso entrar.—Ah, te refieres a nuestra ricitos —Dixon tensó su mandíbula—, no está aquí. Tenía una cita o algo así, ya sabes, una vez que las traicionas ellas se despechan y se van con cualquiera —sonrió de lado—. Si ves lo sexy que iba, ese suéter sin sostén dan ganas de
Chantal.Sus manos le recorrían las caderas, el tacto exigente contra la tela de los pantalones holgados quemaba. Enredaba su boca con la de ella como confirmación ante lo que había sugerido. No se lo había dicho, pero también lo extrañaba, lo deseaba y necesitaba en cuerpo y alma. Estaba atada a ese Derricks, amarrada con esos hilos rojos de los que se culpa al destino por terminar uniendo en vida a quienes no deberían estar juntos; ellos eran un claro ejemplo, y a pesar de todas las vicisitudes no se dejarían ir; ella no lo dejaría ir.—Sí, es una excelente idea —afirmó él separando sus labios—; pero iremos a mi departamento, no quiero respirar el mismo aire que James ni incomodar a tu amiga. Ella asintió, hace unos minutos las cosas se habían salido de control, cuando ese tipo estaba cerca siempre sucedía. Era como una plaga que no se podía quitar de encima. Le dolía que Amber no se percatara de que el hombre que adoraba era una escoria, o al menos lo era con ella. Sentía cierta v
Chantal.—Ahora eres tú la que está actuando extraño —la tomó de la barbilla para verla a los ojos.—Estoy cansada, es todo.—Sabes, tengo la solución perfecta para ese mal —acarició su labio inferior con el pulgar.—No tengo idea cuál podría ser —ella pasó la lengua por su dedo sin dejar de verle.Dixon sonrió de lado y sin darle tiempo a reaccionar la tomó en brazos. Ella soltó una carcajada mientras la llevaba a su habitación como si no pesara nada. La dejó acostada sobre su cama de sábanas grises y comenzó a quitarle los zapatos. Se despojó de su chaqueta y luego de la camisa dando a Chantal un espectáculo que le aceleraba la respiración. Tuvo un impulso de ponerse de pie, pero él no se lo permitió colocándose encima de ella. Comenzó a recorrer su cuello con la punta de su nariz, absorbiendo su aroma, erizando la piel con cada caricia. Una de sus manos se coló por dentro de su ropa; dibujaba figuras con la punta de los dedos entre los pechos desnudos. —¿Qué te he dicho de salir s