No quise dormir esa noche en mi casa. Le pedí a Alondra alojarme en su casa. Ella estaba preocupada por mis intempestivas reacciones. Yo lloraba como una niña, asustada, pensando que mi esposo asesinado estaba sufriendo mucho extraviado en el limbo. -Rudolph fue asesinado, Patricia, él no va a volver nunca-, intentaba sacarme del trance, pero yo estaba demasiado sensible, llorando incluso a gritos. -Lo vi, Alondra, lo escucho cantar, toma café, él está aquí, me busca, me quiere volver loca-, chillaba yo enfurecida. -Es tu idea, no puedes olvidarlo, lo amaste mucho y por eso fabricas fantasías-, siguió ella porfiando. -Sebastián lo escuchó también. Rudolph se molestó que hiciera el amor con él-, balbuceé hecha una tonta. -Deja a Sebas, olvídate de él, le vas a complicar su matrimonio-, se molestó Alondra, queriendo, además, desviar el tema, pero yo no dejaba de gritar y chillar. -¿No lo entiendes, ? Rudolph está aquí, él me busca, me atormenta-, le dije, y lanzándome s
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