Hiz entró a su casa que era un tanto pequeña, hecha de madera. Su madre se encontraba en la cocina lavando unos platos, cuando la vio aparecer por el marco de la puerta, le mostró una sonrisa muy amorosa.La señora era muy joven, de aproximadamente treinta y cinco años, tenía los mismos ojos rosados de su hija, aunque, su cabello era de un color castaño claro.—Hiz, ¿cómo te fue hoy? —saludó mientras se lavaba las manos llenas de espuma.—Muy bien, mamá, —respondió Hiz— ¿estás cocinando? —Abrió un poco sus fosas nasales para inspirar el aroma de las especias que recorrían la habitación.La mujer acentuó con la cabeza.—¿Quieres comer? —le preguntó a su hija—, ya le falta poco.—Sí, tengo mucha hambre —respondió la joven.—Bueno, voy a servir —dijo la mujer sonriente.Su mamá se adentró a la cocina para seguir en su labor, mientras, Hiz caminó por un pasillo un poco estrecho hasta llegar a su habitación, donde dejó su pequeño bolso sobre la cama para después tirarse de cara en el colch
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