—¿Por qué me pregunta eso? —inquirió Hiz, aún con la mente en blanco.—Apestas a su energía —gruñó Dober—. Te dejaste besar de él y todo tu cuerpo ahora tiene su olor. —Le apretó el cuello con más fuerza. Los ojos de Hiz se llenaron de espanto. ¡¿Cómo era posible que lograra saber todo eso con simplemente olerle el cuello?!De pronto, sintió que alguien entró a su mente y los recuerdos de la noche anterior comenzaron a pasar por sus ojos: el momento en que encontró a Ben en su casa; cuando estaban los dos conversando en la habitación; el momento exacto cuando el chico comenzó a besarla; las manos de él recorriendo su cuerpo; los besos en su cuello.Dober dejó salir un gruñido y soltó el cuello de Hiz con rabia, pero, la chica sintió una energía que atrajo su mandíbula un poco más hacia él, lastimándole un poco la piel por la brusquedad.—No aceptas mis favores, pero dejas que él te manosee. Un insignificante Triángulo. Un don nadie —gruñó Dober y Hiz notó que el iris de sus ojos no e
La chica también empezó a comer, pero con bastante lentitud. Incluso, Dober acabó su desayuno y Hiz aún seguía comiendo, sentía que iba a reventar por la llenura.—Disculpe, señor, pero no puedo comer más —se dio por vencida.Dober estaba acomodado en la silla, observándola como siempre. Examinó el plato y notó que sí se había comido más de la mitad del hígado y el puré batatas.—Bien —aceptó—, pero tómate el jugo.La chica tomó los últimos tragos del zumo de naranja y después, sintiendo que su estómago le agradecía algo de peso, se recostó en la silla.Notó que Dober se mostraba bastante satisfecho con lo que veía, se levantó de la silla y caminó rumbo al baño. Ella imaginó que se lavaría los dientes y las manos.Después de unos minutos regresó y tomó del closet un abrigo negro de botones que le llegaba hasta las rodillas. Al ponérselo, Hiz volvió a tener la sensación de que estaba con alguien sumamente importante, así que se levantó de la silla casi de un salto.—Repósate antes de v
El joven corrió a él y tomó el pañuelo, enseguida, se arrodilló frente al hombre para comenzar a limpiarle el zapato con mucha agilidad, como si aquello fuera la cosa más importante que le habían ordenado en su vida.Cuando terminó, se levantó con la cabeza gacha y extendió el pañuelo al hombre. Pero éste le manoteó los brazos con fuerza, haciendo que el pañuelo volara de las manos del chico y cayera al piso.—¡¿Cómo crees que voy a aceptar algo tocado por escorias como tú?! —soltó con tono de repudio.—Mil disculpas, señor —comenzó a decir el chico una y otra vez.—Largo.El jovencito salió corriendo a esconderse entre los espectadores. Mientras, él peinó su cabello con una mano e inspiró hondo, sintiéndose con su orgullo renovado.Comenzó a caminar rumbo a la entrada del viejo hotel y fue seguido por un grupo de Plumas.Cuando los espectadores comenzaron a dispersarse, un grupo de compañeros de Hiz corrieron a ayudarla.—¿Estás bien? —Empezaron a preguntar mientras la ayudaban a lev
Era difícil engañar a Dober Momson. Tal vez, era imposible.Él podía leer el pensamiento, y lo hizo desde que Dane había comenzado a hablar. Además, ¿cómo creer que Hiz se había marchado a casa? ¿Se iría sola y caminando? Ya sabía Dober que eso en la cabeza de Hiz no entraría como una opción, era una chica que medía mucho los riesgos.Y ahí estaba Dane, guiando al señor Dober hasta la parte baja del hotel, a una bodega utilizada para meter los trastes viejos, allí, en una cama vieja, se encontraba Hiz descansando.Antes de llegar a la bodega, fue todo un espectáculo ver al señor Dober Momson caminando por todos los pasillos donde únicamente transitaban los empleados. Delante de él iba Dane, como perrito regañado, guiando al hombre y le hacía señas a sus compañeros que quedaban paralizados viéndolos acercarse a ellos, para que se alejaran y les dieran paso.Los pobres Infinitos querían traspasar las paredes para no tener que chocarse con aquel hombre. Hiz estaba dormida para el momen
—Muy pesada.—¿Pesada? —preguntó Dober.El doctor y Dober se miraron las caras: uno preguntaba y el otro negaba con la cabeza, dando a saber que no entendía de lo que hablaba la chica.—Al parecer está algo confundida por los medicamentos —informó el doctor.—Te-tengo ganas de vomitar —Hiz intentó levantarse para poder vomitar, pero unos Plumas la tomaron para apoyarla en la cama.—¡No, no te muevas!, necesitamos que estés acostada —le dijo un joven.Hiz volvió a relajarse, al sentir que las ganas de vomitar se le estaban pasando.—¿Por qué me siento tan mal? —preguntó con la voz rota.—Tuviste un desbalance químico, por unos minutos estuviste muerta, es normal que te sientas mal —explicó el doctor—. Pasarán varios días, incluso pueden ser semanas, para que llegues a estar estable.—¿Corre algún riesgo en este momento, doctor? —preguntó Dober.—No, en este momento está bien —informó—. La estaré revisando para ver su estado. Por ahora, puede estar tranquilo, no corre ningún peligro.El
Hiz se preguntó mucho aquello, ¿dónde iba a dormir Dober si ella era quien ocupaba la cama? Llegó a pensar en levantarse e irse para otra habitación; por lo que había dicho Dane, la señora Margaret andaba preocupada por ella, seguramente, si le pedía una prestaba, le daría cobijo.Pero, cuando vio a Dober aparecer en la habitación, merodeándola y revisando las máquinas que estaban conectadas a ella, supo que aquel hombre de verdad sí estaba preocupando por su salud; sería muy seguro que la regañaría por levantarse. De hecho, cuando quiso acomodarse en la cama, porque sentía su espalda cansada por estar en la misma posición por tantas horas, él la miró con un poco de enojo.—Quédate quieta —ordenó.Se acercó a la cama.—Disculpe, es que… —Hiz alzó un poco la cabeza, aunque, a los segundos, supo que fue una muy mala idea, porque todo su mundo se tambaleó.—En este momento estás demasiado drogada, Hiz, te sentirás mal si te mueves o podría dolerte todo el cuerpo —explicó Dober, volviendo
Hiz lo observó con intensidad y sintió su respiración contenerse.—Puedo hacer eso y mucho más. Haré que te bese los zapatos si eso es lo que quieres —dijo Dober.¿Eso era una trampa?, ¿por qué le decía eso?Dober se levantó y caminó hasta ella, estiró su brazo izquierdo y tocó su frente.—Respetaré la privacidad de tu mente, desde ahora no podré leer tus pensamientos.Ahora se veían fijamente y Hiz notó la sinceridad en sus palabras.El comandante de la inteligencia de los Diamantes en la ciudad de los Infinitos fue llamado a una reunión de urgencia a eso de las nueve de la mañana.Fue acompañado por agentes de los Plumas y llevado hasta la suite del Mando Segundo sin informarle el porqué de la prisa de aquella reunión.Él estaba asustado, ¿acaso había fallas en las negociaciones?Cuando vio que el Mando Segundo estaba acompañado de una Infinito, supo que algo iba mucho peor que un fallo en las negociaciones.Ella se le hacía conocida y rebuscó en su mente de quién podía ser para que
Esa tarde Hiz estuvo esperando a su madre. Aprovechó que Dober había salido a hacer un recorrido por la ciudad con sus hombres para poder relajarse en un sillón y admirar el paisaje de la naturaleza: en todo tiempo meditando sobre su vida y lo que cambiaría de ahora en adelante.De repente, por el rabillo del ojo izquierdo notó una luz grisácea moverse en el centro de la habitación. Volteó a ver y observó que del interior de la luz aparecía un hombre.Ella estuvo a punto de gritar por la impresión y llamar a seguridad, pero se detuvo cuando reconoció el rostro de Ben.Después que el joven salió del todo de la luz, ésta desapareció, dejándolos a los dos solos.Hiz sintió que había agarrado en su mano derecha un jarrón. Con un movimiento torpe lo dejó en la mesita de madera de centro. Volvió a tomar compostura y les ordenó a sus piernas que dejaran de temblar.—¡¿Có-cómo llegaste hasta aquí?! —preguntó la chica. Tuvo que bajar su voz a medida que hablaba para que ninguno de los guardias