—Solo debes mirar la manzana y pensar que quieres que sea invisible.
Estaban en un gran salón con piso de madera oscura, en las esquinas del gran salón había varios niños mayores que Kilian practicando todo tipo de cosas, algunos botaban fuego de sus manos, otros trataban de volar, y en el centro estaban ellos. Todos los conocían: a él, por ser el mejor de la clase y a Arlet por ser la niña que siempre se metía en problemas, y claro, ahora también era la practicante más joven.
Arlet estuvo un momento mirando la manzana y después le dio un mordisco.
—Delicioso —balbuceó Arlet mientras masticaba la manzana en su boca.
—Bueno, mientras no te metas en problemas —Kilian se apartó de la niña y llegó a un grupo de chicos, que al verlo, empezaron a hablar con él.
Arlet le encantaba ver como Kilian entrenaba, ese d&ia
¡Hola querido lector! Mil gracias por llegar hasta aquí y darle una oportunidad a mi libro “Atrapada en el infinito”.Realmente ¡amo! Este libro, me fascinó escribirlo y estoy super ansiosa porque justamente esta noche, mientras me acabo de tomar un delicioso té de albahaca para poder aguantar estas muchísimas horas de escritura ¡por fin pude escribir ese “fin” en el libro!Sin duda alguna “Atrapada en el infinito” es uno de mis libros que más me costó escribir, porque necesitaba muchísimas horas para pensarlo. Y es que llegué a quedarme hasta altas horas de la noche, escuchando música de Sia, Imagine Dragons y muchos más cantantes que tienen música que me fascina y me transportan a este mundo lleno de marcas e inteligentes estrategas.Nunca pensé que los personajes de Hiz con su carácter regio y a la vez amorosa; Dober
El planeta ha sido dividido desde sus comienzos, todas las personas se agrupan por la marca con la que han nacido en su cuello, ésta les daba una habilidad que compartían todos los de esa misma marca.Así, poco a poco se crearon las razas, agrandándose a medida que el trabajo en equipo les hacía ganar terreno entre las otras. Comenzando a edificar imperios que se querían elevar por encima de las demás.La civilización más poderosa eran los Plumas, que lograban mover la materia a su antojo, tanto así era su poder que podían dominar a las demás marcas, haciéndolos sus súbditos.Pero los de riqueza eran los Diamantes, que, aparte de tener esta marca en su cuello, también residían en un terreno lleno de abundancia mineral. Además, su fuerza física los hacía ingobernables, los únicos que lograban compararse con los Pluma.Los Trébol les seguían al ser capaces de envenenar a una persona si así lo querían y lograban contacto físico con su objetivo. Podrían ser los líderes del planeta, pero s
Hiz dejó salir un suspiro mientras observaba los árboles del bosque mecerse con la brisa, dejando que los rayos de luz penetraran entre las hojas para así caer sobre el rostro de la chica.Le encantaban los momentos de soledad como aquellos, donde su alma podía respirar tranquilidad, no tenía que pensar en nada, simplemente vivir el momento. Por un instante cerró los ojos mientras sus pulmones se llenaban de aire y sus oídos comenzaban a saciarse por la orquesta que formaba la naturaleza a su alrededor.—¡Hiz! —escuchó que la llamaron.Rodó la mirada hacia la izquierda donde encontró la silueta de una joven de esbelta figura, morena, con un largo cabello achocolatado lacio y ojos verdes, era su mejor amiga Dane, quien le hacía señas con una mano para que llegara a donde se encontraba. Perezosamente se levantó del suelo y caminó en dirección a ella mientras se limpiaba su vestido gris con las manos en la parte de atrás.—¡La señora Margaret nos está llamando! —informó Dane con voz preo
Hiz entró a su casa que era un tanto pequeña, hecha de madera. Su madre se encontraba en la cocina lavando unos platos, cuando la vio aparecer por el marco de la puerta, le mostró una sonrisa muy amorosa.La señora era muy joven, de aproximadamente treinta y cinco años, tenía los mismos ojos rosados de su hija, aunque, su cabello era de un color castaño claro.—Hiz, ¿cómo te fue hoy? —saludó mientras se lavaba las manos llenas de espuma.—Muy bien, mamá, —respondió Hiz— ¿estás cocinando? —Abrió un poco sus fosas nasales para inspirar el aroma de las especias que recorrían la habitación.La mujer acentuó con la cabeza.—¿Quieres comer? —le preguntó a su hija—, ya le falta poco.—Sí, tengo mucha hambre —respondió la joven.—Bueno, voy a servir —dijo la mujer sonriente.Su mamá se adentró a la cocina para seguir en su labor, mientras, Hiz caminó por un pasillo un poco estrecho hasta llegar a su habitación, donde dejó su pequeño bolso sobre la cama para después tirarse de cara en el colch
Para suerte de ellas, el no haberse movido de sus lugares les ayudó a salvar sus vidas, porque no había pasado media hora cuando otro grupo —esta vez como de unos treinta en total—, pasaron por allí. No decían mucho, sólo caminaron a paso apresurado y se pudo escuchar una maldición de uno de ellos que renegaba porque el primer grupo se fue muy deprisa y no los esperaron.Una hora después de haber pasado aquel grupo, Dane comenzó a llorar.—Se me durmieron las piernas —sollozó Dane en un hilo de voz.—Esperemos un poco más —ordenó Hiz a susurro.—Creo que es un grupo pequeño —comentó su amiga—. Si fuera más grande ya habrían pasado.—¿Y si dejaron vigilantes?—Es un grupo pequeño, si fueran más, tal vez los dejarían, pero no creo.—Entonces —Hiz comenzó a removerse en su lugar—, vamos. No perdamos más tiempo. Esto se pondrá peligroso dentro de unas horas.—Sí —Dane empezó a reincorporarse, al igual como su amiga.Las dos chicas no pensaron en caminar, esta vez, tanto como lo permitían
La mirada de Hiz temblaba. Las yemas de sus dedos se tornaron blancas por apretar con tanta dureza el vaso que llegó a rechinar por la fuerza recibida.Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando vio que Dober avanzó un paso hacia ella, después, aquella mano grande volvió a acariciar su mejilla derecha.—No te dejaré en un lugar como este —le escuchó decir—. Por favor, ven conmigo.Sabía que no podía negarse, de hecho, no tenía las fuerzas suficientes para contradecirlo, aunque por dentro estuviera retorciéndose y gritando con todas sus fuerzas para impedir que la apartaran de su madre.—Hiz, mírame —pidió Dober.Ella subió su mirada con miedo, las líneas de agua en sus ojos dificultaban su visión y sus labios rosados estaban encendidos y temblorosos.—Aunque mi deseo sea llevarte conmigo, tampoco quiero obligarte a hacer algo en contra de tu voluntad.A Hiz le pareció gracioso que le dijera aquello, porque, sabía que, aunque ella le explicara que tenía una madre que dependía de su cuidad
Hiz lo sabía, pero no podía detenerse, de hecho, todo lo que había dentro de ella se estaba chocando y batiendo una guerra.—¡Estás loca! —gritaba Dane detrás de ella y sus amigas la apoyaban en el reclamo—. ¡¿Cómo se te ocurre despreciar a la segunda persona más importante del mundo?!—¡Sí, Hiz, estás buscando que nos maten a todas por tu culpa! —gritó otra chica, una de cabello rubio y ojos rasgados color esmeralda.—Parece que se te olvidan todos esos cuerpos que vimos en la plaza —soltó Dane con amargura.Hiz se devolvió para verle las caras a sus amigas que detenían el paso en seco. Se encontraban a la entrada de un estrecho camino hecho de ladrillos rojos que las conducirían a una serie de callejones por el cual podrían salir de la diminuta ciudad para poder llegar a su aldea.Hiz sabía que allí, en aquella soledad, podría decirles a todas esas chicas lo que estaba pensando sin que el miedo la detuviera.—¡Es justamente por todos esos cuerpos, por esas personas! —dijo con amarg
—Vi los cuerpos —informó Ben sentado en la cama con las piernas subidas al colchón.Hiz rebuscaba en el escaparate de madera unas sábanas, tenía que ponerse de puntitas para poder sacar del fondo la manta con la que Ben siempre se arropaba cuando pasaba la noche en la casa.—Pero los vi cuando venía hacia acá —aclaró con tono apresurado—. Por eso tu mamá me dijo que me quedara —Ben siempre justificaba el hecho de pasar la noche allí.La joven volteó a verlo. Ahí, en la intimidad de la habitación, Hiz le pareció que por primera vez en muchos años (si no es que era la primera vez del todo) le pareció algo guapo. Tal vez se trataba que estaba usando ropa que se notaba que era nueva; que la camisa de color gris le hacía resaltar su piel acaramelada y sus ojos azules agua marina y ese cabello castaño oscuro, liso y despeinado, lo hacía lucir fresco esa noche.Le pasó la sábana que Ben aceptó con un diminuto “gracias”. Hiz se sentó a su lado en silencio.Ella no era muy parlanchina, de hech