De alguna manera sabía que la tragedia formaba parte de su vida. Su padre era un mafioso y un asesino, su esposo era exactamente lo mismo, y Nicolás, su buen amigo, tampoco estaba muy lejos de ese camino. Ciertamente, le gustaría revertir su vida y transformarla en una completamente diferente o, simplemente, no haber nacido como Arlet Neumann, porque estuvo condenada desde el mismo instante de su nacimiento. —No lo hagas, por favor—suplicó con lágrimas corriendo por sus mejillas, mientras veía como Luke sacaba un arma y apuntaba a la cabeza de su amigo. La respuesta de él, fue apartarla como si se tratase de un molesto mosquito. No pudo hacer otra cosa que cerrar los ojos en medio de su impotencia y, prácticamente, al instante los disparos comenzaron a aturdirle los oídos. No fue uno, fueron muchos. —¡No!—gritó con dolor, al tiempo en que sentía que una mano la jalaba y la lanzaba al suelo. Los disparos se siguieron escuchando uno tras otro, comprobando entonces con horror que,
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