¡No quiero estar contigo!

—Hay que limpiar este desastre—dijo una voz masculina a su acompañante.

—Recógelo tú—renegó su compañero.

—No puedo solo, es muy pesado, ¿no lo ves?

—Pues creo que necesitaremos más ayuda.

Ambos hombres se acercaron y observaron detenidamente el rostro, del que en un pasado había sido la mano derecha de Luke.

—Tú te lo buscaste, viejo sapo—dijo uno de ellos, con una inclinación de cabeza, a modo de respeto.

—Oye—el otro de repente golpeó a su compañero—, mira, parece que sigue respirando.

—¿Qué?

Los dos hombres contemplaron detenidamente el cuerpo que se suponía debían de recoger y se dieron cuenta de que, en efecto, el viejo no estaba muerto.

—¿Pero cómo es posible?—se sorprendieron al tiempo en que se miraban entre sí, pensando en qué hacer con el “cadáver”.

[…]

—Llegamos—anunció Nicolás, llevando a su lado a una Arlet que se negaba a caminar—. Arlet, coopera, por favor—exigió jalándola más fuerte.

—No, te he dicho que no quiero estar aquí—repitió la muchacha su solicitud.

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