Había sido una noche completamente diferente. Sus embestidas se habían vuelto más lentas y consideradas, y sus besos caricias tenues.—Me gusta—jadeó, en medio de toda esa neblina de pasión—. Me gusta.Cuando todo terminó, el hombre se acostó en la cama y la atrajo hacia sí, Arlet se acurrucó en su pecho y se quedó dormida. Pero no fue la única que cayó rendida en los brazos de Morfeo. En la madrugada una serie de movimientos bajo su cuerpo la sobresaltó, Arlet se enderezó y miró a acompañante, quien aún dormía. Su expresión era de incomodidad: su ceño fruncido, sus ojos fuertemente cerrados, mientras no dejaba de negar. —Es una pesadilla—murmuró la joven, percatándose de que en ese estado se veía demasiado vulnerable, justo como un niño que quiere evitar que algo malo pase. —¡No!—dijo entonces con toda la impotencia marcada en esas dos simples palabras. Arlet quiso hacer algo, era evidente que estaba sufriendo y, sin importar que, no quería verlo en ese estado. —Es solo un sueñ
Leer más