Antes de que pudiera responder, Carter se inundó de una tristeza tan profunda que pareció tomar todo su ser. Sintió su cuerpo temblar por unos segundos, había alojado en su corazón la esperanza de que su hijo pudiera estar creciendo en el vientre de Alejandra, pero ese fragmento de esperanza y felicidad que había albergado, se derrumbó como un castillo de naipes. —Lo siento Carter —dijo el abogado, al ver la expresión de tristeza en el rostro del hombre, su voz llena de compasión que no hizo más que añadir sal a la herida. Carter luchó por mantener las lágrimas. Se sintió débil y vulnerable, dos cosas que nunca se había permitido sentir hasta ahora. Pero en ese momento, con su mundo derrumbándose a pedazos, no podía evitarlo. —Pero por lo menos… ella está viva… bien, eso es bueno, ¿Verdad? —preguntó, con voz temblorosa. —No, Carter, ella no está bien. En el informe que presentaron, ella está en tratamiento psicológico, dice que se despierta en la noche gritando, producto de lo que
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