Alexis le salió al paso al fiscal. —Lo siento, señores, pero Carter está en un estado muy delicado de salud —dijo Alexis intentando ganar algo de tiempo—. No creo que sea apropiado, que se lo lleven detenido. El fiscal pareció no estar afectado por su protesta. Pasó la mirada sobre el rostro pálido y demacrado de Carter en la cama. —Entendemos sus preocupaciones, señor —respondió sombríamente— Pero Carter está siendo acusado de delitos muy graves. ¡Agárrenlo! —Juro que si le pone un dedo a mi nieto encima, será su último día como fiscal ¿Acaso no se da cuenta de su condición? ¡No ve! ¡No camina! ¿Dónde cree que lo llevará así? —protestó Alexis. —¡Revisen toda la casa! —ordenó el fiscal, mientras miraba retadoramente a Alexis. —No tienes idea de con quién te estás metiendo. —Y usted no tiene idea de lo grave que hizo su nieto y usted lo está solapando —espetó el hombre. —¡Yo no lo estoy solapando! ¿Acaso también es ciego que no ve su estado? Voy a llamar a un abogado, porque n
Cuando volvió en sí, estaba recostada en el sofá de la sala. La luz del sol se filtraba por los grandes ventanales del despacho, sentía que le quemaba los párpados cerrados. A través de su bruma mental intentó moverse, pero sus extremidades parecían pesar toneladas. Escuchó voces al fondo, sin embargo, la bruma de su mente era tal que no pudo descifrarlas, solo un murmullo constante que le daba la impresión de estar oyendo una radio mal sintonizada.De nuevo quiso abrir los ojos, pero el esfuerzo era agotado y prefirió quedarse sumergida en la oscuridad.Tenía la sensación de estar flotando entre el sueño y la vigilia, entre la certeza y la duda. ¿Había sido él quien la había drogado? ¿Era posible que la hubiera forzado sin ser consciente? Sin embargo, enseguida a su mente llegaron todas las escenas y el sufrimiento a la que fue sometida por Carter y un sollozo salió desde lo más profundo de su ser.Sintió a su abuela acercarse y consolarla, escuchó otra voz femenina, quería abrir lo
Ella se alejó lentamente, sus manos aún permanecían en su pecho, como si intentara sellar aquellas palabras en su corazón. Carter la miró, sus ojos brillantes de gratitud y una sombra de miedo que aún persistía en ellos.El abogado, ahora con sus papeles recogidos y metidos en su maletín de cuero, se volvió hacia ellos una vez más. —Voy a necesitar todos los detalles Carter, no importa cuán pequeños o insignificantes creas que sean. Un detalle minúsculo podría ser la diferencia entre una pena menor o toda una vida tras las rejas.Carter asintió, comprendiendo la gravedad del asunto. —Te sugiero descansar mi niño, que lo que viene no será fácil —dijo su madre y él asintió.Mientras en su casa, Alejandra, cuando escuchó de su tía que Carter no había admitido los cargos de violación y tortura, sino que había decidido ir a juicio, sintió la rabia agitarse dentro de él.—Sabía que solo actuaba ¡Es un falso! Él sabe lo que me hizo… pero él debe pagar… debe ir a la cárcel, no quiero que an
El abogado defensor pareció prepararse para un combate, sacándose la corbata y desabotonando la chaqueta de su traje. Se levantó con una lentitud deliberada y caminó hacia el podio. Se quedó viendo al médico y esbozó una leve sonrisa.—Doctor Argotte, ha mencionado que mi cliente maltrató a Alejandra —dijo—. ¿Es correcto?El doctor asintió.—Así es —respondió.—Pero usted solo examinó a Alejandra después del hecho. ¿Cómo puede estar tan seguro de quién le infligió estos daños? —preguntó la defensa con firmeza.El doctor Argotte se tomó un momento para responder antes de exclamar:—No puedo. Solo puedo decir que las heridas que tenía eran consistentes con el abuso físico.El abogado defensor emitió un suspiro visible de alivio antes de volver a su asiento, dejando un aire tenso en el tribunal. El silencio se hizo palpable antes de que el juez finalmente rompiera el impasse.—¿El fiscal tiene alguna pregunta más para el testigo? —preguntó el juez.El fiscal levantó la vista hacia Argott
Clara se acercó lentamente, cada paso que daba resaltaba su peligrosidad. Parecía una serpiente deslizándose, lista para atacar a su presa. La luz dibujaba sobre ella una especie de halo macabro. Después de jurar decir solo la verdad y nada más que la verdad, se sentó sobre la silla dispuesta para los testigos y miró hacia el frente, con una sonrisa maliciosa. —Señorita Kistong ¿Conoce usted al señor Carter Hall? —comenzó interrogando el fiscal. —Lo conozco, hemos sido amantes por más de diez años —respondió con seguridad. —¿Conoce a Alejandra Durán? —continuó el fiscal. —La conozco, es la chica con la que se casó Carter para vengar la muerte de su hijo, porque él murió en un accidente cuando andaba en un paseo en un barco en compañía de Alejandra. —¿Cómo sabe usted que quería vengarse? —Porque me pidió ayudarlo. Su intención siempre fue que ella terminara en la misma condición de su hijo; estaba lleno de odio. Al principio… debo confesar que yo estaba de acuerdo… porque pensé
Antes de que pudiera responder, Carter se inundó de una tristeza tan profunda que pareció tomar todo su ser. Sintió su cuerpo temblar por unos segundos, había alojado en su corazón la esperanza de que su hijo pudiera estar creciendo en el vientre de Alejandra, pero ese fragmento de esperanza y felicidad que había albergado, se derrumbó como un castillo de naipes. —Lo siento Carter —dijo el abogado, al ver la expresión de tristeza en el rostro del hombre, su voz llena de compasión que no hizo más que añadir sal a la herida. Carter luchó por mantener las lágrimas. Se sintió débil y vulnerable, dos cosas que nunca se había permitido sentir hasta ahora. Pero en ese momento, con su mundo derrumbándose a pedazos, no podía evitarlo. —Pero por lo menos… ella está viva… bien, eso es bueno, ¿Verdad? —preguntó, con voz temblorosa. —No, Carter, ella no está bien. En el informe que presentaron, ella está en tratamiento psicológico, dice que se despierta en la noche gritando, producto de lo que
A Alejandra le había costado dar ese paso, se negaba a ver a Carter, tenía miedo de él, porque cada noche, cuando cerraba los ojos, un hombre la perseguía, la atrapaba y la torturaba y al verle la cara, su verdugo era él.Finalmente, convencida por su tía, accedió a sentarse allí en el despacho, a dar su declaración, colocando el teléfono en un trípode mientras hablaba. Solo rogaba al cielo que no pudiera verlo. Comenzó a hablar con voz entrecortada.—Yo lo conocí mientras trabajaba… en un centro comercial, me enamoré a primera vista, y pensé que también él lo había hecho, pero no era así… solo se casó para vengar la muerte de su hijo quien tuvo un accidente y cayó al mar… apenas nos casamos y llegué a la celebración me di cuenta de lo que me esperaba… desde ese mismo día supe que no se casó por amor, lo encontré siéndome infiel —se limpió las lágrimas que empezaron a caer—, y cuando lo vi me humilló frente a todos, quise huir y me mandó a agarrar con sus hombres y llevarme a su isla.
Las puertas de la sala se abrieron, un silencio se apoderó de ellos mientras la familia regresaba en una solemne caminata a los bancos de madera. Carter mantenía la mandíbula en un silencio impasible, con la mirada fija en el frente, sin revelar nada de la agitación que sentía en su interior. Parecían moverse a través de una espesa niebla, cada paso más pesado que el anterior, el peso de lo que había ocurrido, anclándolos a sus propias sombras.No pasó mucho tiempo antes de que el juez reanudara la audiencia.—¿Tiene la acusación más testigos? —preguntó el juez, mirando desde arriba con expectación.—Tengo el último testigo —respondió el fiscal, allí presentó al trabajador que ayudó a Alejandra a intentar huir de la isla. Su declaración dejó en evidencia que Alejandra había estado en contra de voluntad en la isla, se escapó del hospital e hizo hasta lo imposible de huir, pero fue atrapada cuando escapó.Luego de interrogar al testigo, el juez dio por terminado los testigos de la fi