A Alejandra le había costado dar ese paso, se negaba a ver a Carter, tenía miedo de él, porque cada noche, cuando cerraba los ojos, un hombre la perseguía, la atrapaba y la torturaba y al verle la cara, su verdugo era él.Finalmente, convencida por su tía, accedió a sentarse allí en el despacho, a dar su declaración, colocando el teléfono en un trípode mientras hablaba. Solo rogaba al cielo que no pudiera verlo. Comenzó a hablar con voz entrecortada.—Yo lo conocí mientras trabajaba… en un centro comercial, me enamoré a primera vista, y pensé que también él lo había hecho, pero no era así… solo se casó para vengar la muerte de su hijo quien tuvo un accidente y cayó al mar… apenas nos casamos y llegué a la celebración me di cuenta de lo que me esperaba… desde ese mismo día supe que no se casó por amor, lo encontré siéndome infiel —se limpió las lágrimas que empezaron a caer—, y cuando lo vi me humilló frente a todos, quise huir y me mandó a agarrar con sus hombres y llevarme a su isla.
Las puertas de la sala se abrieron, un silencio se apoderó de ellos mientras la familia regresaba en una solemne caminata a los bancos de madera. Carter mantenía la mandíbula en un silencio impasible, con la mirada fija en el frente, sin revelar nada de la agitación que sentía en su interior. Parecían moverse a través de una espesa niebla, cada paso más pesado que el anterior, el peso de lo que había ocurrido, anclándolos a sus propias sombras.No pasó mucho tiempo antes de que el juez reanudara la audiencia.—¿Tiene la acusación más testigos? —preguntó el juez, mirando desde arriba con expectación.—Tengo el último testigo —respondió el fiscal, allí presentó al trabajador que ayudó a Alejandra a intentar huir de la isla. Su declaración dejó en evidencia que Alejandra había estado en contra de voluntad en la isla, se escapó del hospital e hizo hasta lo imposible de huir, pero fue atrapada cuando escapó.Luego de interrogar al testigo, el juez dio por terminado los testigos de la fi
El eco del martillo atravesó la sala como una cuchilla, cortando el tenso silencio en un millón de fragmentos susurrantes. Carter permaneció rígido, con los hombros erguidos ante el peso de lo inevitable. Un leve suspiro de alivio brotó de sus labios, no por el veredicto, sino por el cierre que prometía. Los ojos de Thalía, sin embargo, contaban una historia diferente; eran estanques gemelos rebosantes de pavor maternal, la aceptación de su mente racional en guerra con un corazón que no conocía la ley ni la lógica.Y es que en lo más profundo de su corazón, Thalía había esperado que el jurado se conmoviera un poco de la situación de su hijo y lo dejaran libre, pero el saber que lo habían declarado culpable de secuestro, su llanto no tardó en correr por sus ojos. Zachary la abrazó con un gesto de protección, mientras el juez anunciaba que la sentencia se dictaría al día siguiente.—Cinco días —anunció el juez, con voz impasible como la piedra—, para preparar la sentencia definitiva.
La mirada de Alejandra se detuvo en el paisaje, donde el perfil de la ciudad se fundía en una tenue acuarela de azules y grises. Ahora ella sentía que sus días eran iguales, tristes y desolados.Se sentó tranquilamente en un banco del pequeño parque que Pierina había insistido en que visitaran, con la esperanza de que el aire fresco le sentara bien y pudiera alentar un poco su alma.La suave brisa fresca que susurraba entre las hojas otoñales no ayudaba a disipar la niebla oscura que parecía instalarse perpetuamente sobre el espíritu de Alejandra.—Mira —dijo Pierina en voz baja, señalando a una madre que acunaba a su recién nacido. —Es hermoso, ¿verdad? La vida... continúa.La escena pretendía ser conmovedora, pero no hizo más que cimentar la frialdad dentro de Alejandra. La visión del bebé sólo le recordó la creciente distancia entre ella y su propio hijo que crecía en su vientre. Un niño que se agitaba en su interior, pero que sentía como un extraño.—Precioso —murmuró Alejandra,
Cuando aquel timbre del teléfono sonó, algo le dijo a Thalía que la noticia que iba a recibir era una de las peores de su vida, se despertó con temor de levantar el auricular, fue Zachary quien lo hizo. “Señor Hall, lamento ser portador de una mala noticia, pero su hijo fue trasladado al Centro médico de Saint George, porque fue atacado brutalmente, tiene múltiples heridas y su condición es crítica”. Mientras escuchaba las palabras, Zach sintió su mundo derrumbársele encima, le provocaba llorar como si fuera un niño, pero cuando giró la vista y vio la angustia en el rostro de Thalía, supo que no podía hacerlo, debía ser fuerte para ella. Por su expresión, supo que ella sospechaba lo que había pasado porque su labio inferior se movió ligeramente.—¿Qué pasa Zachary? ¿Se trata de mi hijo? —Ante el silencio de su esposo insistió la mujer en tono suplicante—, por favor, no te quedes callado y respóndeme.Zachary, con un nudo en la garganta, miró a Thalía. Sabía que no podía ocultarle l
El pulso de Carter se había ido, ya el monitor no percibió nada. Recordando la línea delgada entre la vida y la muerte, un cable invisible que el joven había caminado. Las caras de los médicos se mantuvieron fruncidas, sus ojos ansiosos brillando bajo las luces blancas del hospital.Thalía sintió cada compresión en el pecho de su hijo como si fuera suyo. Las lágrimas corrían por sus mejillas sin cesar, dejando rastros húmedos sobre su piel pálida. Zachary, a su lado, mantenía una expresión imperturbable, su rostro una máscara de serenidad forzada ante el caos que ocurría a su alrededor.Por fin, en medio del caos ensordecedor, un sonido se abrió paso entre el tumulto. Un débil latido, apenas perceptible al principio, pero que poco a poco cobró fuerza. Los monitores cardiacos parpadearon con renovada vida, mostrando el ritmo irregular, pero firme del corazón de Carter.Los médicos intercambiaron miradas de alivio y asombro, el milagro que tanto ansiaban parecía estar ocurriendo ante su
Georgina viajó con la niña de regreso a Los Ángeles, pero hizo algo inusual. Se llevó a la pequeña a su casa. Cuando Zucker, su esposo, el hermano de Zachary la vio llegar con el pequeño bulto, se sorprendió.—¡¿Y ese bebé?! ¿Por qué lo trajiste? —preguntó frunciendo el ceño, porque ella jamás llevaba a niños de la Fundación allí.—Es una niña —dijo con un suspiro, dándole un beso en los labios a su esposo —. La acaban de entregar a la agencia para adopción… y, aunque ya estábamos evaluando una familia… no pude separarme de ella. Es extraño, la vi, y es como si se tratara de uno de mis hijos, o de mis sobrinos. Es tan divina.Él le apartó la manta para ver su rostro, mientras ella se sentaba y al verlo, un gemido de sorpresa salió de sus labios.—¡Oh por Dios! Pudiera ser uno de los nuestros, se parece a… Tarah. ¿De dónde sacaste esa niña?—Me la entregó Pierina, su nieta, dio a luz, pero al parecer fue víctima de violación y no la quiso.—¿Nieta? ¿De dónde salió su nieta? ¿No había
Ambas mujeres se miraron nerviosas, pensando en qué decirles, pero antes de que pudieran inventarle una excusa, Thalía les arrancó a cada una de ella el papel de las manos y los revisó.Los resultados indicaban 50% de compatibilidad con ella y su esposo. Dirigió su mirada arriba y vio el nombre, Tesorito.—¿Quién es Tesorito? —preguntó con seriedad.En ese punto ambas mujeres supieron que había llegado el momento de la verdad.—Ay, nena, ven, vamos a sentarnos en un lugar donde podamos hablar sin que nos interrumpan y sin que nadie escuche —dijo Georgina, viendo que no tenía ninguna otra alternativa, sino hablar.Se sentaron alejadas, de espalda a la pared y de frente al pasillo, para poder ver si alguien venía.—Empiecen a hablar ¿Cómo es eso que una tal Tesorito es hija de Carter?Ante su pregunta, Georgina sacó su teléfono, buscó las imágenes que le había tomado a la niña, y se lo pasó.Apenas Thalía vio a la pequeña pegó un gritito, y su corazón comenzó a latir enloquecido en su pe