Moverme me cuesta, pero ya no resulta una tarea casi imposible como al principio, pues la ventana abierta es de mucha ayuda y me ha ayudado a recuperar algo de agilidad y fuerza. Logro mover mi otra pierna y subirme a horcajadas sobre él. Ahora sí noto que está tenso, pues sus manos rápidamente vuelan a mis caderas y aprieta con fuerza sin que resulte doloroso. Pero el maldito sigue sin verme. Necesito que me vea, ni siquiera sé para qué.Aunque, pensándolo bien, no es una muy buena idea, pues estoy tan sudorosa como si hubiese corrido un maratón, mi cabello está enmarañado por la pelea y no estoy segura, pero apostaría a que tengo hojas y ramas entrelazadas en el cabello. Además, el calor hace que mis mejillas se coloreen, poniéndome roja, lejos de parecer sexy, parezco a punto de reventar. Y aun así, a pesar de todo, un instinto primitivo que estuvo escondido por demasiado tiempo en mi interior me grita que debo obligarlo a verme.Esto no está bien. Este tipo es un asesino. Un psicó
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