Capítulo 56

—Prometo ya no querer suicidarme.

No sé ni por qué lo digo, pero mis palabras van en serio. Aunque es una promesa vaga, porque en cualquier momento Ziva puede intentar reclamarme de nuevo.

Nos quedamos en silencio durante un momento que se alarga demasiado. Evito lo más que puedo la mirada de Arlen, pero puedo sentirla sobre mí. Y yo aprieto demasiado la mano de mi hermano.

—Lo siento.

Esas simples palabras, con el tono adecuado, por poco me hacen llorar ¿Por qué lo siente? O mejor aún…

—¿Qué sientes?

—Que te haya pasado todo —se acerca, no a mi hermano, si no a mí—. La montera nos informó que los humanos son muy sensibles y a veces no pueden controlar del todo los sentimientos, si los sobrepasan… No pueden controlarse.

—Tú no puedes sentir.

Mi tono salió más mordaz que lo planeado. Y si bien no fue mi intención ofenderlo, estoy segura de que pareció que sí. Y de pronto ya me siento mal.

—Pero tú sí y no es agradable verte sufrir.

Lo primero que se me ocurre es responderle con algo cí
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