Capítulo LXXI. Las grietas de las corazas de protección. Parte 2.
Finlay. - “¿Estás seguro de que confías en mí?”- me preguntó por segunda vez mi bella diosa con dudas de mi reacción, mostrándome unas esposas, mientras estaba sentada sobre mí, y yo la agarraba por las caderas. Esta mujer no sabía lo importante que era para mí esa pregunta, más de lo que ella creía, la primera vez que la respondí, ni lo pensé, salió con total la sinceridad de mi interior, nada era más importante para mí que la confianza, mi padre había sido engañado por aquellos en los que había confiado, y por eso casi perdimos todo, desde ese momento, me costaba confiar en la gente, pocos gozaban de ese privilegio, a pocos se los había otorgado. Pero esa mujer la había obtenido sin proponérselo y de manera natural, no concebía no confiar en ella, era como no confiar en mí mismo. Saberme controlado por los deseos de esa mujer, al aceptar su petición es, sin lugar a dudas, lo más excitante que he hecho nunca, así que, como la primera vez, ni dude en aceptar, mientras la miraba
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