Esa noche, mientras la lluvia tamborileaba contra las ventanas, Saori repasó su plan una y otra vez. Había decidido que, ¿si los cuatrillizos querían jugar con su mente y su corazón? Ella les demostraría que no era una simple espectadora en este juego. Sabía que cada uno de ellos tenía su propia personalidad, sus propios secretos. Ahora su misión era descubrirlos.Al día siguiente, Saori llegó a la oficina con la determinación de encontrarse con el CEO Ethan para tomar un café. Apenas llegó, notó que algo estaba diferente en su actitud. Más serio, más analítico. Se trataba de Nathan, estaba segura. Decidió probar su teoría lanzando preguntas sutiles. —Ethan, ¿recuerdas cuando hablamos de tus planes de abrir una galería de arte? —preguntó con una sonrisa inocente, pero estudiando cada detalle de su reacción.Nathan parpadeó, incómodo, antes de responder con evasivas. No era el soñador apasionado que Ethan siempre mostraba ser. Antes de dar una respuesta, Nathan sonrió con sarcasmo. —¡
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