El ruido de la ciudad me despertó, y al estirarme en la cama, contemplé el techo por unos minutos. La noche anterior había sido muy buena; al fin puedo decir que un hombre realmente me agradaba más allá que solo para una noche. Finalmente, había encontrado a un hombre que valía la pena, digno de ser presentado a mis padres, o bueno a mi madre, Carlo era chistoso, guapo, estaba en sus cuarenta, tenía un muy buen trabajo, ambos éramos abogados, el era simplemente perfecto, encajabamos de maravilla.— Buenos días, dormilona — me dijo él mientras me observaba desde el marco de la puerta. Me bajé de la cama, tomé la camisa que le había quitado la noche anterior y la coloqué en mi cuerpo desnudo. Luego, caminé hacia él de manera sensual. — ¿Desde cuándo estás aquí? — le pregunté. Él me agarró de la cintura y me atrajo hacia su pecho. Me puse de puntillas y le di un dulce beso en los labios. Todo esto parecía sacado de una escena de película; todo se sentía tan perfecto e irreal. — El ti
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