Dante se apretó el tabique sentado detrás de su escritorio en su oficina. Falco, su beta. que estaba revisando unos papeles se le acercó y palpó su nuca. Un punto específico que le hizo soltar un suspiro al alfa. -Cada vez que haces eso pierdo toda la fuerza que tengo- su cabeza cayó entre sus brazos en el mueble y su respiración se volvió pesada. -Descanse un poco alfa, se ve realmente cansado- Falco estaba realmente preocupado de que el lobo se enfermara si seguía su extesa rutina de trabajo diario y que insistía muchas veces en cumplir. -Claro, tuve la mejor noche de toda mi vida, acaso crees que descansaría- Falco bufó por lo bajo sabiendo a que se refería su alfa y que no tenía nada que ver con el trabajo. Él atesoraba cada momento íntimo con su reina como si fuera uno especial, no importara las veces que se unieran o el lugar. El beta nunca se imaginó el nivel de romanticismo del imponente lobo, bastante bien se lo guardaba, pero solo había que ver como trataba a sus cachorro
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