Una puerta se azota con fuerza y el sonido me despierta. Sin embargo, no puedo moverme, pues estoy atada. Me remuevo con impaciencia, debo salir de aquí, debo esconderme, es lo que debo hacer siempre que llega. Lucho contra las ataduras, pero solo consigo lastimarme las muñecas y los tobillos.Mi corazón se acelera y mi respiración se convierte en jadeo, quiero irme de aquí, debo correr al armario y encerrarme hasta que todo pase. No puedo hablar, es un hecho, las palabras se atoran en mi garganta y siento un terrible dolor en las mejillas. Entonces trago saliva y toso un poco, no estoy acostada, no del todo, si no, me habría ahogado.―Así que muy putita, ¿eh? ―la voz me pega como un látigo―. Al menos sabes cuál es tu lugar.Oh, no. Ya me ha visto, debí correr, debí esconderme. ¿Dónde está mi madre? Ella siempre lo detiene, siempre me cuida y se cerciora de que no me haga daño. Pero no está. Estoy atrapada, debo escapar, ¿por qué no logro moverme?―Ahora sí, perrita, te voy a enseñar
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