Después de terminar con todas las botellas por preparar más orgasmos, me invade la tristeza y me dan ganas de llorar de nuevo.—Ay no, Serenity, por favor no llores —Me consuela mi amiga, haciendo pucheros. —No puedo creer que estoy completamente sola, dediqué mi vida entera a mis hijos y a Tomás, y ahora ellos son felices y ni siquiera se acuerdan de mí —Logro decir entre lágrimas. —Si se acuerdan, te llamaron para felicitarte —asegura—. Pero los orgasmos te están nublando la mente. —Los extraño. —¿También al bufón?—No, a él no. —Menos mal —resopla—. Además, todavía puedes rehacer tu vida, eres joven y hermosa —Intenta animarme.—Conforme mis hijos crecían, me di cuenta que mi matrimonio iba de mal en peor, el distanciamiento cada vez se hacía más evidente entre nosotros, pero, ¿sabes qué? —Me quedo pensando unos segundos—. No lo culpo, yo estaba tan agotada, que cuando llegaba, lo único que quería era ver que llegó bien para irme a dormir, fueron tantas comidas en soledad que
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