No podía dormir, era la una de la mañana, llevaba dos horas de haber comenzado a llover muy fuerte, me asomé a la cuna de María Paula y dormía tranquila, no tuve corazón para dejarla sola en un cuarto nuevo, podría sentirse extraña. Por eso trasladé la cuna a mi cuarto.Cogí el vaso en el que tomé agua antes de dormir y no fui a la cocina, desde el lavamanos llené el recipiente con el líquido, bebí un poco, me asomé a la ventana que daba a la calle desde la habitación, el agua caía a cántaros, el frío no me dejaba conciliar el sueño. José me acostumbró al calor de sus brazos, aun durmiendo desnuda, su cuerpo me brindaba ese calor al alma.Limpié mis lágrimas, en ese momento me acordé de su buzo, lo busqué en el closet, me lo puse sobre mi pijama de pantalón, ¿Cómo era posible que un trapo, reconfortara tanto? Regresé a la ventana, miré mi argolla matrimonial, seguía en mi dedo, jamás saldrá de su lugar.—Jamás dejarás de ser mi esposo. Perdóname, amor. Me casé contigo hasta el día de
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