Mario regresó a la habitación con un tazón de sopa, colocándolo en la pequeña mesa redonda. Se disponía a ayudar a Ana a sentarse para comer cuando ella, apoyada en el cabecero de la cama, habló con voz suave:—¡No es igual!Mario se detuvo, sorprendido. Después de un momento, comprendió a qué se refería. Ana lo miraba, su voz ahora más suave que antes:—Mario, las cosas han cambiado. Antes te amaba, así que, aunque no quisiera, me aguantaba para hacerte feliz.—¿Y ahora? —preguntó Mario, observándola bajo la luz tenue.—¿Ahora ya no me amas, verdad? Ana, no sé cuándo dejaste de amarme, pero no me importa. En estos tiempos, el amor ya no es importante —dijo Mario con un tono de voz más bajo, reflejando su desilusión.Mario, un hombre de negocios, no creía en el amor. En el mundo de los negocios, donde lo que importa es el prestigio y el poder, esposas, hijos e incluso amantes son solo accesorios de ese poder. Después de expresar su indiferencia hacia los sentimientos, se acercó a Ana p
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