Al llegar a su lado, puso una mano ligera sobre su delgado hombro.Luis observó a Ana alejarse y, entrecerrando los ojos, le preguntó de nuevo a Dulcinea:—Dulci, ¿qué estás mirando?Agachándose lentamente, sus dedos nudosos y definidos acariciaron el mentón delicado de Dulcinea.Ella levantó la cabeza, con grandes ojos llenos de lágrimas, y mordió su labio.—¡Estaban peleando muy fuerte! —respondió, lanzándose hacia él en un abrazo.Aunque llevaba seis meses de embarazo, apenas pesaba cien libras, su cuerpo delicado se hundió en sus brazos. El ligero aroma de su cuerpo tentaba sutilmente los impulsos de Luis.Desde el incidente con Leandro, apenas habían tenido relaciones sexuales. Dulcinea, en su estado actual, parecía una niña perdida, y Luis sabía que no tenía interés en ese aspecto. A pesar de ser su esposa legal y tener una apariencia lo suficientemente madura, él nunca la había tocado.Esta noche, quizás por aburrimiento o por el ofrecimiento de Dulcinea, Luis no pudo resistirse
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