Apenas Ana terminó de hablar, sus labios fueron sellados.Quizás era debido a la represión de sus emociones durante mucho tiempo, o tal vez porque se veía afectado por esa llamada de Alberto, Mario la besó sin preocuparse, robándole el aire de la boca sin restricciones.Sus cuerpos estaban estrechamente unidos, sus lenguas se enredaban.Pero aun así, ambos saboreaban un toque de aflicción en ese ardiente beso.Mario finalmente la soltó después de un buen tiempo.Una vez libre, Ana le dio una fuerte bofetada, pero él no se enojó, y en cambio, se recostó en su cuello, jadeando. Sentía que parecía todavía quedar un poco de su aroma entre los labios.Ana intentó empujarlo con determinación, pero no tuvo éxito, ya que Mario la abrazaba firmemente.Su corazón latía con fuerza y, al mismo tiempo, susurraba en su oído: —Ana, me gustas.Le gustaba ella.De principio a fin, ella era la única a quien había amado.Aunque este no era el momento más adecuado, no podía esperar más para confesarle su
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