La mujer no pudo moverse, en su cabeza solo se formulaba una pregunta: ¿cómo es posible que esté aquí? Leonel se acercó a ella. Cuando la tuvo lo suficientemente cerca, colocó sus manos sobre sus delicados hombros cubiertos por la tela rosa. Rodó sus varoniles palmas un poco más abajo, rodeando sus brazos, apretando un poco, mirándola a la cara mientras lo hacía, contemplando una vez más la belleza en el rostro de Sofía, controlándose, calmando a sí mismo ese fuego en sus manos y esa violencia en su boca, sentimientos que nacían solo con verla. Él no levaba traje, sino un suéter negro pegado al cuerpo que hizo salivar a Sofía, quien bajó su mirada posándola rápidamente sobre el cuerpo de ese hombre, atónita al detallarlo, no podía creer que lo estaba viendo allí, y tan hermoso, tan guapo, tan poderoso. —¿Qué…? ¿Cómo es que estás…? Las palabras de Sofía no llegaron a término, porque fue la boca del señor Vos, que cayendo estrepitosa, las mutiló antes de que fuese formuladas. La pie
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