—¡No! ¡Fuego! ¡Corre!El café se convirtió en un caos. Entre gritos y toses, aquellos que se encontraban dentro se apresuraron a salir. Emilia, presa del pánico, corrió hacia la salida. Apenas había alcanzado la entrada, cuando una mujer la agarró por el brazo. Debido al frenesí de la multitud, la pierna de la mujer fue pisoteada; estaba fracturada y no podía moverse. En su desesperación, se aferró a Emilia como si fuera su única esperanza.—Señorita, por favor, salve a mi hijo. Todavía está dentro. ¡Por favor, sálvelo!Emilia la miró con rabia y apartó la mano de la mujer con un gesto brusco. A pesar del dolor en sus mejillas y en su boca, dijo: —¡Es un incendio enorme! ¿Quieres que me mate? ¡Lárgate!Emilia escupió con desprecio y se apartó, llamando a Felipe con voz lastimera. —Felipe, ven rápido. Me he hecho daño.La mujer que se había aferrado a Emilia yacía en el suelo, perdiendo toda esperanza, mientras las personas a su alrededor murmuraban entre sí.—¿Quién se at
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