Al día siguiente, Clara y Felipe registraron su matrimonio. Sin embargo, antes de dirigirse al Ayuntamiento, Felipe le entregó un documento a Clara.—Léelo y, si no tienes objeciones. firma el contrato. Una vez hecho, obtendremos el certificado de matrimonio.Clara le echó un vistazo al documento y comprobó que las dos palabras destacadas en él eran: «Contrato Matrimonial». En él se estipulaba que estarían casados durante dos años, que el matrimonio debía mantenerse en secreto y que, durante ese período, no deberían interferir en la vida del otro.En ese tiempo, el marido cubriría todas las facturas razonables que la esposa pudiera generar, mientras que la esposa tendría que complacer a la familia del marido y asistir a ciertos eventos sociales con él cuando fuera necesario.El divorcio ocurriría al cabo de dos años y la esposa no tendría derecho a parte de los bienes del marido, de este modo, se marcharía sin recibir ningún beneficio económico.Si la esposa se negara a firmar e
Mientras Felipe salía de la Residencia Ramírez, después del almuerzo, y se dirigía a la empresa, Clara llamó un taxi para ir al hospital. Sus quemaduras en la espalda eran graves y requerían cambios diarios de vendajes.En el hospital, el médico estaba a punto de cambiarle el vendaje cuando Emilia apareció de repente. Llevaba una máscara y gafas de sol, además de una falda corta ajustada, combinada con tacones de 15 centímetros. Sostenía un bolso de marca que costaba cien mil dólares y parecía sentirse orgullosa de ello.—Vaya, vaya, no puedo creer que la gente en este hospital se atreva a revisarla.El médico aún no se había percatado de quién era y estaba a punto de quejarse, cuando Emilia se quitó las gafas de sol.El médico y las enfermeras la reconocieron de inmediato de quién era. Atónitos, no se atrevieron a decir nada.Emilia era una figura muy conocida en Corrali. Había comenzado como una chica común, no provenía de una familia poderosa y no era una actriz consumada.
Cuando Felipe llegó al hospital, Emilia ya no estaba en estado crítico y se encontraba tumbada en la cama, con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.—¿Qué ha pasado? —preguntó Felipe.Agarrándole del brazo, Emilia dijo entre sollozos: —¡Es Clara! ¡Todo es por Clara! Felipe, no quiero vivir más.Felipe miró la mano de Emilia que le agarraba la muñeca. Frunciendo el ceño, apartó la mano antes de preguntar: —¿Qué pasó exactamente?Emilia que ya estaba enfadada, se enfadó aún más, cuando vio que Felipe rechazaba sus caricias.Decidió culpar de todo a Clara, por lo que dijo de modo acusador:—Hoy he completado los trámites del alta. Pero, de repente, Clara vino corriendo hacia mí y me enseñó su certificado de matrimonio. Incluso me llamó rompehogares. ¡Dijo que quería que alguien me matara!La expresión de Felipe se ensombreció al oír aquello.«¡Clara otra vez!»No había tenido ni un día de tranquilidad en su vida desde que ella había aparecido.—Felipe, ¿de verdad te ca
Felipe se fue a casa furioso. Cuando vio a Clara durmiendo en su cama, se enfadó aún más.—¿Quién te ha dejado dormir en mi cama? —gritó. Clara llevaba unos días en la habitación de invitados.—Todas las demás camas de la casa han desaparecido —respondió Clara—. ¿Dónde más puedo dormir?Con expresión malhumorada, Felipe fue a comprobar las habitaciones de invitados. Tal y como le acababa de decir Clara, todas las demás camas de la casa habían desaparecido. Solo quedaba la del dormitorio principal.La cama estaba incluso decorada con bonitas sábanas; tenía un aspecto muy festivo.No tuvo que adivinar para saber que había sido obra de Juan. De ese modo le estaba recordando que era su noche de bodas.A Felipe empezó a dolerle la cabeza. Después de calmarse, dijo: —¡El contrato matrimonial decía claramente que nuestro matrimonio es un secreto! ¿Quién te ha permitido enseñar el certificado de matrimonio a Emilia?—¿Te dijo Emilia que fui al hospital solo para burlarme de ella?
Clara miró a Felipe.—He dicho que esta es la única cama que queda en la casa. ¿Dónde más puedo ir?—¿Así que quieres acostarte conmigo? ¿Cómo puedes ser tan desvergonzada?Clara estaba exasperada.—Tú eres el desvergonzado. ¡Saca tu mente de la zanja! ¡Nunca quise compartir la cama contigo! ¡Vete a dormir a un hotel!Felipe se quedó callado. Si no fuera por su trato con Juan, habría reservado una habitación de hotel enseguida.Sin embargo, no explicó nada. En vez de eso, recalcó: —Te lo digo por última vez. ¡Fuera de mi cama!Su voz era gélida.Clara frunció el ceño.—Eres un hombre, ¿no puedes intentar ser considerado por una vez? Si no quieres irte, duerme en el sofá. Deja de molestarme.Felipe estaba furioso. Tiró de la manta que cubría el cuerpo de Clara, pero ella se había envuelto con fuerza.—¡Qué alguien me ayude! ¡Me está acosando! —gritó la muchacha—. ¡Este viejo matón está intentando acosar a una joven!Felipe se quedó sin habla. Si no fuera por su buen sentid
Felipe miró a Clara, desconfiado.—¿Está seguro de que fue ella?—Absolutamente. Tenemos imágenes de vigilancia aquí. Eche un vistazo, por favor.Felipe miró pacientemente el vídeo.Las imágenes lo mostraban todo con claridad. Clara había sido rápida y precisa. En dos minutos, los seis hombres habían sido derrotados.Felipe volvió a mirar a Clara y tuvo que admitir que estaba sorprendido. Era joven y menuda. Con su cara pequeña y sus aires infantiles, parecía mansa y frágil.Una mirada y la gente asumiría que tenía apenas 17 años. Pero era sorprendentemente buena luchando.Aunque Tomás tuviera que luchar contra esos seis hombres, ¡no sería capaz de acabar con ellos tan rápidamente!Su mujer era más de lo que aparentaba.El policía no parecía conocer a Felipe, por lo que, mirando a Felipe con lástima, le susurró en un tono íntimo, quitando todo tipo de formalidad:—Hermano, será mejor que no te metas con ella en casa. Los hombres también pueden ser víctimas de la violencia dom
En cuanto llegaron a casa, Felipe se hizo cargo de la cama. Clara estaba furiosa. —frunció los labios y miró a Felipe, pero solo dijo:—¡Cabrón astuto!Quien, apoyado cómodamente en el cabecero, se puso a leer un libro ignorándola. Clara puso los ojos en blanco, tomó la manta y se dirigió hacia el sofá para estar más cómoda; las quemaduras de la espalda no se habían curado, así que se sentía aún más incómoda tumbada en el sofá ya que no podía permanecer boca arriba, el dolor se lo impedía.Clara no podía dormir a causa del malestar. Y se puso a pensar el en lo que había ocurrido aquel día, sintió que algo no iba bien. Esos hombres no parecían haberlo hecho por capricho, sin suda fue más bien un ataque planeado. Ella quería visitar a un viejo amigo de Joaquín, pero se topó con los seis matones de camino. Si fueran delincuentes normales robarían a los transeúntes o los acosarían. ¡Pero esta gente tenía ácido! ¿Qué significaba eso? ¿Querían arruinarle la cara? Y en cuanto vieron a Cl
¿Cómo vas a resolver esto?Emilia no estaba en casa. La persona que abrió la puerta fue su madre, Sofía Torres. La mujer se quedó de piedra cuando vio a Clara. —¿A quién busca, señorita? —Clara no respondió. En su lugar, pidió confirmación.—¿Es la casa de Emilia?—Sí, pero ¿quién eres tú? ¿Eres fan de Emilia? O...Antes de que Sofía terminara de hablar, Clara entró sin permiso a la casa. Al darse cuenta de que la recién llegada no venía en son de paz, se enfadó.—Eh, ¿a qué viene esa actitud? ¡No puedes irrumpir así! Esto es allanamiento de morada. Puedo hacer que la policía te arreste por eso. ¡Fuera!Clara no se movió. Entrecerró los ojos y miró una foto de Emilia en la pared. Una mirada de desdén brilló en sus ojos, quiso vengarse. En el siguiente segundo… —En toda la casa resonaron fuertes golpes y estruendos—. Sofía se quedó estupefacta y sin habla. Cuando recobró el sentido, Clara había destrozado la casa.—¡Aah! —Sofía gritó y marcó apresuradamente el número de Emilia.