Clara miró a Felipe.—He dicho que esta es la única cama que queda en la casa. ¿Dónde más puedo ir?—¿Así que quieres acostarte conmigo? ¿Cómo puedes ser tan desvergonzada?Clara estaba exasperada.—Tú eres el desvergonzado. ¡Saca tu mente de la zanja! ¡Nunca quise compartir la cama contigo! ¡Vete a dormir a un hotel!Felipe se quedó callado. Si no fuera por su trato con Juan, habría reservado una habitación de hotel enseguida.Sin embargo, no explicó nada. En vez de eso, recalcó: —Te lo digo por última vez. ¡Fuera de mi cama!Su voz era gélida.Clara frunció el ceño.—Eres un hombre, ¿no puedes intentar ser considerado por una vez? Si no quieres irte, duerme en el sofá. Deja de molestarme.Felipe estaba furioso. Tiró de la manta que cubría el cuerpo de Clara, pero ella se había envuelto con fuerza.—¡Qué alguien me ayude! ¡Me está acosando! —gritó la muchacha—. ¡Este viejo matón está intentando acosar a una joven!Felipe se quedó sin habla. Si no fuera por su buen sentid
Felipe miró a Clara, desconfiado.—¿Está seguro de que fue ella?—Absolutamente. Tenemos imágenes de vigilancia aquí. Eche un vistazo, por favor.Felipe miró pacientemente el vídeo.Las imágenes lo mostraban todo con claridad. Clara había sido rápida y precisa. En dos minutos, los seis hombres habían sido derrotados.Felipe volvió a mirar a Clara y tuvo que admitir que estaba sorprendido. Era joven y menuda. Con su cara pequeña y sus aires infantiles, parecía mansa y frágil.Una mirada y la gente asumiría que tenía apenas 17 años. Pero era sorprendentemente buena luchando.Aunque Tomás tuviera que luchar contra esos seis hombres, ¡no sería capaz de acabar con ellos tan rápidamente!Su mujer era más de lo que aparentaba.El policía no parecía conocer a Felipe, por lo que, mirando a Felipe con lástima, le susurró en un tono íntimo, quitando todo tipo de formalidad:—Hermano, será mejor que no te metas con ella en casa. Los hombres también pueden ser víctimas de la violencia dom
En cuanto llegaron a casa, Felipe se hizo cargo de la cama. Clara estaba furiosa. —frunció los labios y miró a Felipe, pero solo dijo:—¡Cabrón astuto!Quien, apoyado cómodamente en el cabecero, se puso a leer un libro ignorándola. Clara puso los ojos en blanco, tomó la manta y se dirigió hacia el sofá para estar más cómoda; las quemaduras de la espalda no se habían curado, así que se sentía aún más incómoda tumbada en el sofá ya que no podía permanecer boca arriba, el dolor se lo impedía.Clara no podía dormir a causa del malestar. Y se puso a pensar el en lo que había ocurrido aquel día, sintió que algo no iba bien. Esos hombres no parecían haberlo hecho por capricho, sin suda fue más bien un ataque planeado. Ella quería visitar a un viejo amigo de Joaquín, pero se topó con los seis matones de camino. Si fueran delincuentes normales robarían a los transeúntes o los acosarían. ¡Pero esta gente tenía ácido! ¿Qué significaba eso? ¿Querían arruinarle la cara? Y en cuanto vieron a Cl
¿Cómo vas a resolver esto?Emilia no estaba en casa. La persona que abrió la puerta fue su madre, Sofía Torres. La mujer se quedó de piedra cuando vio a Clara. —¿A quién busca, señorita? —Clara no respondió. En su lugar, pidió confirmación.—¿Es la casa de Emilia?—Sí, pero ¿quién eres tú? ¿Eres fan de Emilia? O...Antes de que Sofía terminara de hablar, Clara entró sin permiso a la casa. Al darse cuenta de que la recién llegada no venía en son de paz, se enfadó.—Eh, ¿a qué viene esa actitud? ¡No puedes irrumpir así! Esto es allanamiento de morada. Puedo hacer que la policía te arreste por eso. ¡Fuera!Clara no se movió. Entrecerró los ojos y miró una foto de Emilia en la pared. Una mirada de desdén brilló en sus ojos, quiso vengarse. En el siguiente segundo… —En toda la casa resonaron fuertes golpes y estruendos—. Sofía se quedó estupefacta y sin habla. Cuando recobró el sentido, Clara había destrozado la casa.—¡Aah! —Sofía gritó y marcó apresuradamente el número de Emilia.
Felipe se quedó sin habla. Fue entonces cuando se dio cuenta de por qué Clara le había llamado. Era algo muy grave, había obtenido suficientes pruebas antes de vengarse y ella no tendría nada que decir a cambio. Clara continuó hablando. —Emilia es la autora intelectual. ¿Deberíamos arrestarla para un juicio?La expresión de Felipe para con Emilia era sombría, frunció el ceño y miró a Emilia. —Ella se estremeció de miedo. Nunca pensó que los hombres fueran tan poco fiables. No solo fracasaron en su misión, ¡sino que además la expusieron!— Sofía se levantó de repente y se puso delante de Emilia.—Felipe, Emilia nunca haría una cosa así. No necesita dinero y le va bien en el trabajo. ¿Por qué causaría problemas a otra persona? Además, ella no es tonta. Si quiere dañar a esta mujer, no contrataría personalmente a gente para hacerlo. Quedaría expuesta con demasiada facilidad.Mientras Sofía hablaba le dio un codazo secreto a Emilia, lanzándole una mirada. Esta recobró el sentido al ins
Sofía seguía preocupada e indignada por el comportamiento de su hija. —¿Así que ésa es la prometida de Felipe? —Emilia dijo lastimosamente—¿Prometida? Están casados. Ahora es la mujer de Felipe. ¡Mamá, no puedo aceptarlo! No pude casarme con Felipe, aunque llevaba tiempo con él. ¡Pero Clara no tuvo que hacer nada! ¡Se convirtió en su esposa, así como así!—¡Sólo se conocen desde hace unos días! Además, Clara es una pueblerina. No tiene un pasado poderoso.—La investigué antes; ¡ni siquiera fue a la escuela! ¡No puedo creer que perdiera contra una pueblerina como ella!Sofía nunca pensó que Clara y Felipe ya estuvieran casados. Estaba conmocionada. Meditó, se serenó y dijo.—No subestimes a esa mujer. Es más, de lo que parece. Puede parecer joven, pero es muy capaz. No eres rival para ella. Sé buena y no te metas más con ella. —Emilia la miró de forma desconcertada.—¿No me meto con ella? ¿Debo quedarme sentada y ver cómo se pega a Felipe todos los días? —Sofía con la mente más
Felipe abrió la caja de regalo con paciencia. Adentro había un bolso Louis Wuiton de edición limitada por el que se pelearían las jóvenes de la alta sociedad. Sin embargo, Clara creció en las montañas, así que no sabía mucho de bolsas. Solo le echó un vistazo antes de apartar la mirada. No parecía gustarle. —frunció el ceño—. Era la primera vez que compraba un bolso para una mujer, pero ella no lo apreció como lo esperaba. Si no fuera por su sentimiento de culpa, no le habría traído un detalle. —Reprimiendo la molestia en su ser—, le dio una tarjeta de débito.—Hay un millón de dólares dentro. Es tu paga de este mes. —Él no sabía nada de la tarjeta black que le había dado Juan. Mirando la tarjeta, Clara frunció el ceño.—¿Qué intentas decir aquí? —Estaba fuera de lugar que precisamente él, le diera dinero y regalos. Al mirarla le respondió pacientemente.—Tienes razón. Emilia se equivocó, te pido disculpas en su nombre. La he reprendido, para que no te cause más problemas. La dama
Clara estaba furiosa y ansiosa, su cara se puso roja.—¡Nadie te está causando problemas! Mi tarjeta ha desaparecido. Tú y yo somos las únicas personas en esta casa, así que ¿quién más podría haberla cogido sino tú? —Felipe frunció el ceño.—¿Qué tarjeta?—¡La tarjeta negra dorada que me dio el señor Ramírez padre!Felipe se quedó de piedra cuando lo oyó. No podía creer que Juan le hubiera dado a Clara su tarjeta negra. Al fin y al cabo, era una tarjeta negra ilimitada. Se emitieron menos de diez tarjetas iguales en todo el mundo. Sabía que a Juan le gustaba Clara, ¡pero no esperaba que le gustara tanto! —No fui yo quien tomó la tarjeta. No te quedaste en casa después de llegar a Corrali. Piénsalo, ¿dónde más has ido con ella? —Clara frunció el ceño. No le creía—. Poseo el 60% de la riqueza del mercado internacional. ¿Por qué iba a querer tu dinero? ¡No puedes acusarme sin pruebas! Pensé que eras más inteligente que Emilia, pero resulta que no eres mucho mejor que ella. Tu cerebr