¿Cómo vas a resolver esto?Emilia no estaba en casa. La persona que abrió la puerta fue su madre, Sofía Torres. La mujer se quedó de piedra cuando vio a Clara. —¿A quién busca, señorita? —Clara no respondió. En su lugar, pidió confirmación.—¿Es la casa de Emilia?—Sí, pero ¿quién eres tú? ¿Eres fan de Emilia? O...Antes de que Sofía terminara de hablar, Clara entró sin permiso a la casa. Al darse cuenta de que la recién llegada no venía en son de paz, se enfadó.—Eh, ¿a qué viene esa actitud? ¡No puedes irrumpir así! Esto es allanamiento de morada. Puedo hacer que la policía te arreste por eso. ¡Fuera!Clara no se movió. Entrecerró los ojos y miró una foto de Emilia en la pared. Una mirada de desdén brilló en sus ojos, quiso vengarse. En el siguiente segundo… —En toda la casa resonaron fuertes golpes y estruendos—. Sofía se quedó estupefacta y sin habla. Cuando recobró el sentido, Clara había destrozado la casa.—¡Aah! —Sofía gritó y marcó apresuradamente el número de Emilia.
Felipe se quedó sin habla. Fue entonces cuando se dio cuenta de por qué Clara le había llamado. Era algo muy grave, había obtenido suficientes pruebas antes de vengarse y ella no tendría nada que decir a cambio. Clara continuó hablando. —Emilia es la autora intelectual. ¿Deberíamos arrestarla para un juicio?La expresión de Felipe para con Emilia era sombría, frunció el ceño y miró a Emilia. —Ella se estremeció de miedo. Nunca pensó que los hombres fueran tan poco fiables. No solo fracasaron en su misión, ¡sino que además la expusieron!— Sofía se levantó de repente y se puso delante de Emilia.—Felipe, Emilia nunca haría una cosa así. No necesita dinero y le va bien en el trabajo. ¿Por qué causaría problemas a otra persona? Además, ella no es tonta. Si quiere dañar a esta mujer, no contrataría personalmente a gente para hacerlo. Quedaría expuesta con demasiada facilidad.Mientras Sofía hablaba le dio un codazo secreto a Emilia, lanzándole una mirada. Esta recobró el sentido al ins
Sofía seguía preocupada e indignada por el comportamiento de su hija. —¿Así que ésa es la prometida de Felipe? —Emilia dijo lastimosamente—¿Prometida? Están casados. Ahora es la mujer de Felipe. ¡Mamá, no puedo aceptarlo! No pude casarme con Felipe, aunque llevaba tiempo con él. ¡Pero Clara no tuvo que hacer nada! ¡Se convirtió en su esposa, así como así!—¡Sólo se conocen desde hace unos días! Además, Clara es una pueblerina. No tiene un pasado poderoso.—La investigué antes; ¡ni siquiera fue a la escuela! ¡No puedo creer que perdiera contra una pueblerina como ella!Sofía nunca pensó que Clara y Felipe ya estuvieran casados. Estaba conmocionada. Meditó, se serenó y dijo.—No subestimes a esa mujer. Es más, de lo que parece. Puede parecer joven, pero es muy capaz. No eres rival para ella. Sé buena y no te metas más con ella. —Emilia la miró de forma desconcertada.—¿No me meto con ella? ¿Debo quedarme sentada y ver cómo se pega a Felipe todos los días? —Sofía con la mente más
Felipe abrió la caja de regalo con paciencia. Adentro había un bolso Louis Wuiton de edición limitada por el que se pelearían las jóvenes de la alta sociedad. Sin embargo, Clara creció en las montañas, así que no sabía mucho de bolsas. Solo le echó un vistazo antes de apartar la mirada. No parecía gustarle. —frunció el ceño—. Era la primera vez que compraba un bolso para una mujer, pero ella no lo apreció como lo esperaba. Si no fuera por su sentimiento de culpa, no le habría traído un detalle. —Reprimiendo la molestia en su ser—, le dio una tarjeta de débito.—Hay un millón de dólares dentro. Es tu paga de este mes. —Él no sabía nada de la tarjeta black que le había dado Juan. Mirando la tarjeta, Clara frunció el ceño.—¿Qué intentas decir aquí? —Estaba fuera de lugar que precisamente él, le diera dinero y regalos. Al mirarla le respondió pacientemente.—Tienes razón. Emilia se equivocó, te pido disculpas en su nombre. La he reprendido, para que no te cause más problemas. La dama
Clara estaba furiosa y ansiosa, su cara se puso roja.—¡Nadie te está causando problemas! Mi tarjeta ha desaparecido. Tú y yo somos las únicas personas en esta casa, así que ¿quién más podría haberla cogido sino tú? —Felipe frunció el ceño.—¿Qué tarjeta?—¡La tarjeta negra dorada que me dio el señor Ramírez padre!Felipe se quedó de piedra cuando lo oyó. No podía creer que Juan le hubiera dado a Clara su tarjeta negra. Al fin y al cabo, era una tarjeta negra ilimitada. Se emitieron menos de diez tarjetas iguales en todo el mundo. Sabía que a Juan le gustaba Clara, ¡pero no esperaba que le gustara tanto! —No fui yo quien tomó la tarjeta. No te quedaste en casa después de llegar a Corrali. Piénsalo, ¿dónde más has ido con ella? —Clara frunció el ceño. No le creía—. Poseo el 60% de la riqueza del mercado internacional. ¿Por qué iba a querer tu dinero? ¡No puedes acusarme sin pruebas! Pensé que eras más inteligente que Emilia, pero resulta que no eres mucho mejor que ella. Tu cerebr
El aire era sofocante cuando sus miradas se encontraron, los nervios por la situación indecorosa del momento. Al segundo, Felipe fue rociado con agua fría. Le empapó de pies a cabeza. Entonces, lo echaron del baño y se escuchó un portazo, Clara gritó a través de la puerta—¡Pervertido!Felipe frunció el ceño. Su mente se llenó con la imagen de la espalda herida de Clara. Él desconocía tales heridas. Tuvo tiempo suficiente para ver que eran graves. Las marcas resaltaban en su pálida espalda, tenían un aspecto aterrador y doloroso. De pie, junto a la puerta, Felipe le preguntó.—¿Por qué tienes esas heridas en la espalda? —Clara se sentía descubierta, pero no podía hacer nada más que gruñir.—¡No tiene nada que ver contigo! ¡Pervertido! —Él insistió y volvió a preguntar: — ¿Te han acosado? —Clara siguió gritando.—¡Tú eres quien me has acosado! Desvergonzado, ¡cómo te atreves a ingresar al baño de esa manera!—Tú... ¡Desvergonzado! Pensé que te había pasado algo, así que irrumpí. E
A la mañana siguiente, Felipe le dio a Clara una pomada para las quemaduras. Clara estaba confusa. —¿Qué es esto? —La expresión de su esposo era severa. —Tus heridas...Eran tan graves que quería saber cómo se los había hecho. No le gustaba, pero no podía dejar de pensar en ellas. Después de pensarlo con calma durante la noche, aun así, le pidió a Tomás que le trajera un ungüento para las quemaduras. También quería preguntarle a Clara qué había pasado exactamente. Sin embargo, a Clara no le hizo ninguna gracia. —¡He dicho que no tiene nada que ver contigo! No me hables de anoche o te daré una paliza. —El acto de amabilidad fue rechazado y eso lo enfadó de inmediato.—Nunca pensé en acosarte anoche. No me gustas, así que, aunque te quedes desnuda delante de mí, no te dedicaré ni una mirada más. Si no me crees, pruébalo.—Tú...—Estás delirando.Felipe se dio la vuelta para marcharse y antes de llegar a la puerta cuando se detuvo y se dio la vuelta, añadió.—Te compré la poma
Clara sintió que alguien la miraba desde el segundo piso. Levantó la cabeza para comprobarlo, pero no vio a nadie conocido. Se calmó y se volvió para mirar al hombre que tenía delante. Arnold la observó y sonrió satisfecho. De manera burlona comentó. —¿Un niño como tú se atreve a pelear conmigo? ¿Por qué no te vas a casa a mamar de la teta de mamá?Mientras Arnold se reía, los extranjeros del público siguieron su ejemplo e insultaron a Clara.—Arnold, kill that pussy. ¡Mata este maricón!—¿Es ese su luchador más fuerte? Menudo enclenque. —Se burló el boxeador más grande—. Eres guapo. Me gustas, si aceptas acostarte conmigo después de perder, ¡no seré tan duro contigo y te dejaré vivir!Clara frunció el ceño. El comentario la habia enfadado. Se volvió para mirar al árbitro y solicitó.—¿Podemos empezar?La voz que salía de su boca era de un hombre, ya que utilizaba un cambiador de voz. El árbitro asintió, pitó, y la arena de inmediato quedó en silencio. Arnold miró a Clara con d