La enfermera procuraba concentrarse en su puesto de trabajo, ignorando las preguntas para no distraerse. Sin embargo, cuando levantó la vista y se encontró con Felipe, su expresión cambió de inmediato.«¡Qué hombre tan guapo!», pensó la enfermera.—Sí, tenemos una paciente llamada Clara Rodríguez —dijo mientras se ruborizaba—. ¿La está buscando? ¿Qué relación tiene con ella?Felipe frunció el ceño, lo que hizo que la enfermera se diera cuenta de que estaba preguntando demasiado, por lo que se apresuró a aclarar: —Por favor, no saque conclusiones equivocadas. No estaba siendo entrometida. La señora Rodríguez mencionó que no tenía familia ni amigos aquí. Aunque dijo que tenía un prometido, pero él tuvo una aventura con una mujer casada y fue golpeado hasta la muerte por el esposo de la amante, quien los descubrió en pleno acto. Por eso fue ella misma quien completó los formularios.La expresión de Felipe se oscureció.¿Tuve un romance con una mujer casada y el esposo me mató a gol
Clara había entrado en su habitación cuando recibió una llamada de su abuelo, Joaquín Rodríguez.—Clara, ¿me has extrañado después de todo este tiempo separados? Mañana vas a registrar tu matrimonio con Felipe, ¿verdad? —preguntó su abuelo.La voz de su querido abuelo hizo que a Clara le dieran muchas ganas de llorar.—Abuelo, quiero volver a casa —dijo Clara.—¿Qué te sucede? ¿Estás enojada? ¿Te han estado molestando? —preguntó su abuelo preocupado.—¡Sabes que no quiero casarme! —se quejó Clara—. ¡Sólo tengo 20 años! ¿Quién se casa a esta edad? Además, ¡no me agrada nada ese maldito Felipe!—Niña tonta, es mi futuro yerno, el ideal, el que ha marcado todas las casillas. No lo conoces lo suficiente y por eso no te agrada por ahora. Cuando lo conozcas, te enamorarás de él.—¡Abuelo, en serio que no me gusta! ¿Por qué tengo que casarme con él?—¿No recuerdas nuestra promesa? Te lo diré dentro de dos años. Por ahora, solo tienes que escucharme y llevarte bien con Felipe. Pórtate
Al día siguiente, Clara y Felipe registraron su matrimonio. Sin embargo, antes de dirigirse al Ayuntamiento, Felipe le entregó un documento a Clara.—Léelo y, si no tienes objeciones. firma el contrato. Una vez hecho, obtendremos el certificado de matrimonio.Clara le echó un vistazo al documento y comprobó que las dos palabras destacadas en él eran: «Contrato Matrimonial». En él se estipulaba que estarían casados durante dos años, que el matrimonio debía mantenerse en secreto y que, durante ese período, no deberían interferir en la vida del otro.En ese tiempo, el marido cubriría todas las facturas razonables que la esposa pudiera generar, mientras que la esposa tendría que complacer a la familia del marido y asistir a ciertos eventos sociales con él cuando fuera necesario.El divorcio ocurriría al cabo de dos años y la esposa no tendría derecho a parte de los bienes del marido, de este modo, se marcharía sin recibir ningún beneficio económico.Si la esposa se negara a firmar e
Mientras Felipe salía de la Residencia Ramírez, después del almuerzo, y se dirigía a la empresa, Clara llamó un taxi para ir al hospital. Sus quemaduras en la espalda eran graves y requerían cambios diarios de vendajes.En el hospital, el médico estaba a punto de cambiarle el vendaje cuando Emilia apareció de repente. Llevaba una máscara y gafas de sol, además de una falda corta ajustada, combinada con tacones de 15 centímetros. Sostenía un bolso de marca que costaba cien mil dólares y parecía sentirse orgullosa de ello.—Vaya, vaya, no puedo creer que la gente en este hospital se atreva a revisarla.El médico aún no se había percatado de quién era y estaba a punto de quejarse, cuando Emilia se quitó las gafas de sol.El médico y las enfermeras la reconocieron de inmediato de quién era. Atónitos, no se atrevieron a decir nada.Emilia era una figura muy conocida en Corrali. Había comenzado como una chica común, no provenía de una familia poderosa y no era una actriz consumada.
Cuando Felipe llegó al hospital, Emilia ya no estaba en estado crítico y se encontraba tumbada en la cama, con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.—¿Qué ha pasado? —preguntó Felipe.Agarrándole del brazo, Emilia dijo entre sollozos: —¡Es Clara! ¡Todo es por Clara! Felipe, no quiero vivir más.Felipe miró la mano de Emilia que le agarraba la muñeca. Frunciendo el ceño, apartó la mano antes de preguntar: —¿Qué pasó exactamente?Emilia que ya estaba enfadada, se enfadó aún más, cuando vio que Felipe rechazaba sus caricias.Decidió culpar de todo a Clara, por lo que dijo de modo acusador:—Hoy he completado los trámites del alta. Pero, de repente, Clara vino corriendo hacia mí y me enseñó su certificado de matrimonio. Incluso me llamó rompehogares. ¡Dijo que quería que alguien me matara!La expresión de Felipe se ensombreció al oír aquello.«¡Clara otra vez!»No había tenido ni un día de tranquilidad en su vida desde que ella había aparecido.—Felipe, ¿de verdad te ca
Felipe se fue a casa furioso. Cuando vio a Clara durmiendo en su cama, se enfadó aún más.—¿Quién te ha dejado dormir en mi cama? —gritó. Clara llevaba unos días en la habitación de invitados.—Todas las demás camas de la casa han desaparecido —respondió Clara—. ¿Dónde más puedo dormir?Con expresión malhumorada, Felipe fue a comprobar las habitaciones de invitados. Tal y como le acababa de decir Clara, todas las demás camas de la casa habían desaparecido. Solo quedaba la del dormitorio principal.La cama estaba incluso decorada con bonitas sábanas; tenía un aspecto muy festivo.No tuvo que adivinar para saber que había sido obra de Juan. De ese modo le estaba recordando que era su noche de bodas.A Felipe empezó a dolerle la cabeza. Después de calmarse, dijo: —¡El contrato matrimonial decía claramente que nuestro matrimonio es un secreto! ¿Quién te ha permitido enseñar el certificado de matrimonio a Emilia?—¿Te dijo Emilia que fui al hospital solo para burlarme de ella?
Clara miró a Felipe.—He dicho que esta es la única cama que queda en la casa. ¿Dónde más puedo ir?—¿Así que quieres acostarte conmigo? ¿Cómo puedes ser tan desvergonzada?Clara estaba exasperada.—Tú eres el desvergonzado. ¡Saca tu mente de la zanja! ¡Nunca quise compartir la cama contigo! ¡Vete a dormir a un hotel!Felipe se quedó callado. Si no fuera por su trato con Juan, habría reservado una habitación de hotel enseguida.Sin embargo, no explicó nada. En vez de eso, recalcó: —Te lo digo por última vez. ¡Fuera de mi cama!Su voz era gélida.Clara frunció el ceño.—Eres un hombre, ¿no puedes intentar ser considerado por una vez? Si no quieres irte, duerme en el sofá. Deja de molestarme.Felipe estaba furioso. Tiró de la manta que cubría el cuerpo de Clara, pero ella se había envuelto con fuerza.—¡Qué alguien me ayude! ¡Me está acosando! —gritó la muchacha—. ¡Este viejo matón está intentando acosar a una joven!Felipe se quedó sin habla. Si no fuera por su buen sentid
Felipe miró a Clara, desconfiado.—¿Está seguro de que fue ella?—Absolutamente. Tenemos imágenes de vigilancia aquí. Eche un vistazo, por favor.Felipe miró pacientemente el vídeo.Las imágenes lo mostraban todo con claridad. Clara había sido rápida y precisa. En dos minutos, los seis hombres habían sido derrotados.Felipe volvió a mirar a Clara y tuvo que admitir que estaba sorprendido. Era joven y menuda. Con su cara pequeña y sus aires infantiles, parecía mansa y frágil.Una mirada y la gente asumiría que tenía apenas 17 años. Pero era sorprendentemente buena luchando.Aunque Tomás tuviera que luchar contra esos seis hombres, ¡no sería capaz de acabar con ellos tan rápidamente!Su mujer era más de lo que aparentaba.El policía no parecía conocer a Felipe, por lo que, mirando a Felipe con lástima, le susurró en un tono íntimo, quitando todo tipo de formalidad:—Hermano, será mejor que no te metas con ella en casa. Los hombres también pueden ser víctimas de la violencia dom