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42 chapters
1.
Observo los rostros de mi familia, apretando los puños bajo la mesa. Familia, qué chiste. ¿Cómo tu propia sangre puede disfrutar de causarte dolor? Como mi padre, que sonríe en victoria al ver mi gesto fruncido por la rabia.No, no es rabia. Es dolor, decepción. Observo a mi hermano mayor, Mauricio, quien aprieta los labios y me mira con pesar como si no acabase de quebrantar un sueño que creamos juntos.Una ilusión que él plantó en mí.“Cuando papá me ceda el puesto, no volverá a joderte” prometió.—Son unos hijos de puta —mascullo y mi hermana menor, Montserrat, cierra los ojos. De nuevo, mis ojos van a Mauricio—. Gracias por el increíble regalo de graduación que me estás dando, hermano.La ironía en mi voz le hace respirar hondo. No tengo por qué quedarme en la mesa, así que me levanto para encerrarme en mi habitación.—Sebas —advierte Mauricio, pero yo le miro con el profundo odio que siento hacia él en estos momentos.—No quiero oír tus pendejadas, señor Díaz. Pueden hacer los qu
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2.
Primer día de trabajo y ya sé que no podré soportarlo, mucho menos teniendo una jefa como la tal Federica.Y Mauricio, ese pendejo me va a escuchar.Me adentro en el departamento y la puerta se cierra de golpe, causando un estruendo que alerta a mi hermana. Me encamino a la cocina y me sirvo un vaso de agua porque siento que la sangre me derrite el cuerpo de la rabia que siento.—Sebas, ¿qué te sucede? —pregunta Montserrat y yo la esquivo, pero ella se vuelve a poner en mi camino.—Montserrat —advierto—. No estoy para mamadas.—Me vas a decir qué carajos te sucede —ordena.—A ti no te queda andar dando órdenes —la molesto, rodando los ojos.—No seas imbécil, por favor. Soy una Díaz, dar órdenes está en mi sangre —dice, golpeando levemente mi pecho antes de darme la espalda y sentarse en el sofá a seguir limándose las uñas—. Habla.—¡Que tengo una jefa de mierda! —exploto, dejando el vaso sobre la barra de la cocina—. Y que Mauricio es un mentiroso, pero ya me va a escuchar.—Necesito
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3.
Los días transcurren con normalidad. Federica siempre está a la espera de que mi comportamiento empeore y me presiona para que explote, cosa que admito he estado a punto de hacer un par de veces. Sin embargo, no le he dado el privilegio, por el contrario, ella termina maldiciendo y enfureciéndose sola cada vez que le respondo con algo que la hace molestar.—Buenos días, gentecita linda —saluda con una sonrisa en el rostro que se desvanece al verme—. Y hola para ti, Sebastián.—Buenos días, chef —saludo con una sonrisa, rodando los ojos.—Oh, ¿qué es eso que veo? Una sonrisa, señor Díaz. No es tan cara de culo como pensaba —ironiza, riéndose—. —En fin, tenemos trabajo que hacer. Nos han pedido mesa de postres y pastel para un cumpleaños —añade, dirigiéndose a su casillero para sacar el uniforme.Se adentra en el baño para cambiarse la ropa por el uniforme, cosa que agradezco porque la filipina le cubre un poco el trasero. Sí, bueno, tengo que admitir que con el pasar de los días me ha
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4.
El día da paso a la noche y el remordimiento de conciencia me carcome el cerebro. Miro mi celular, en específico el nombre de Federica en el mensaje que estoy dudando de enviar o no.Fui un imbécil esta mañana con ella y estábamos trabajando bien, no quiero arruinar el ambiente de trabajo porque no me conviene y porque es el único sitio donde estoy en paz. A medias.Mensaje para Boss:Federica, sé que quisiste acercarte a mí con buena intención. Sin embargo, estaba bastante susceptible, como pudiste notar, y por eso te traté mal. Otra vez. Y, de nuevo, no te lo merecías. Así que te pido disculpas, no he podido dejar de pensar en lo mal que fue lo sucedido esta mañana.En serio, lo lamento.Maldigo en voz alta y le doy clic en enviar. Unos largos segundo después, me llega su respuesta y no sé cómo tomármela.Mensaje de Boss:La verdad es que no me sorprende. Desde el primer día noté que eres un imbécil y eso es algo que no vas a cambiar, Sebastián. No vuelvas a disculparte por ser qui
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5.
A la mañana siguiente, Montse aún duerme cuando estoy por salir del apartamento. El chófer que me asignó Mauricio me está esperando y viajo en solitario hasta la pastelería. Por supuesto, el primer rostro que veo es el de Federica. No podría empezar mejor la mañana, ironizo.—Buenos días, señor Díaz —saluda de muy buen humor, observando las estanterías—. Qué bueno que llegó, el transporte está afuera. Necesito que me ayude a llevar los postres del cumpleaños. —Como ordene —digo y me acerco a ella, observando en la misma dirección. Me inclino hacia su oído para hablar—. Y puedes llamarme Sebastián. Ella se endereza de sopetón, mirándome. Me yergo para colocarme a su altura, manteniendo el contacto visual por largos segundos.— ¿Qué estás esperando? —pregunta y yo frunzo el ceño—. ¡Vamos a la cocina a por los postres! Este pedido no se entregará solo.Sonrío, notando que pretende no inmutarse por mi cercanía. Dejo que pase primero, observando como el legging que carga puesto le realz
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6.
Luego de un poco de acción en el baño de damas, estoy más que agotado. Ya es medianoche y lo que más quiero es largarme de aquí. Mauricio tiene cara de pocos amigos, mirando siempre en dirección a Gabriela. Ay, hermano… mira como te tiene la estudiante, pienso. Lo guardaré en mi memoria para burlarme de él más tarde. El DJ pone una versión slowed & reverb de Talking Bodies, Tove Lo. Le da un toque sensual a la canción y me gusta. Me acerco a Federica, motivado a intentar que baile conmigo. Está claro que no aceptaré un no por respuesta e insistiré hasta que acepte. Mis manos van a su cintura, mi pecho rozando su espalda. Detiene sus movimientos y respira hondo, sin mirarme. —Boss, ¿me permite un baile? —susurro en su oído.— ¿Por qué no lo aceptaría? Me caes mal, sí —responde, encarándome. Sus manos se enroscan en mi cuello y no oculto mi sorpresa cuando se acerca más a mí—, pero es mejor bailar contigo que con otro desconocido con la mano suelta. — ¿Alguien te tocó sin tu consent
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7.
NARRA FEDERICAToma ambos platos y los coloca sobre la barra de la cocina, así podemos sentarnos mientras ¿cenamos? ¿A las 4 de la mañana se le considera cena a esto? No lo sé, solo sé que si no se pone una camisa…Detente, me pide una voz en la cabeza. No necesito ir por ese camino. Bueno, no soy ciega y Sebastián está muy… bien, ¿qué digo bien? El hijo de su madre es guapísimo, solo que no me atrevo a decirlo en voz alta.Cuando salí del cuarto para ir a la cocina a ver qué podía picar, ya que en serio las tripas no dejaban de suplicar comida, y me encontré con la visión de su espalda con los omoplatos deliciosamente tensos mientras preparaba su sándwich no pude evitar esconderme para mirar. No quería que viera lo hipnotizada que estaba por su piel acanelada y esos músculos suyos tensándose y destensándose con cada movimiento que hacía.Y cuando se dio media vuelta… ¡Dios! Estoy segura de que dejé de respirar en ese momento. Ya había visto sus brazos tonificados, pero sus pectorales
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8.
NARRA SEBASTIÁNPor pedido de mi querida jefa, hoy puedo entrar a trabajar un poco más tarde. De todas formas, igual debo cumplir mis ocho horas de trabajo. Me despierto como a las diez de la mañana y reviso mis mensajes.Mensaje de Mauricio:Papá va a comer con Aarón y con unos compañeros de la junta. No puedo asistir, así que ve tú si puedes, por favor. Es en media hora.Restriego mi rostro con ambas manos y me meto al baño para ducharme lo más rápido que puedo. Me coloco un pantalón de vestir, un suéter con cuello de tortuga color beige y un saco negro. Cuando no estoy en la cocina, suelo usar algunos anillos, así que estos son imprescindibles.No tengo mucho que peinarme ya que siempre trato de llevar el cabello rapado, tal vez en unos años decida que vuelva a crecer. Por ahora, me gusta mi look así. Me aplico mi colonia Blue de Antonio Banderas y tomo mi cartera de bolsillo y mis cosas para ir en dirección a Café Toscano.El chófer ya me está esperando, así que solo me trepo en e
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9.
—Es aquí.El chófer frena frente a la pequeña casa de Federica. Ella me mira de reojo y me agradece por traerla, bajándose del carro al siguiente segundo. Yo la imito y la alcanzo, tomándola del brazo.—Oye, uhm, en serio… —balbuceo, rascándome la nuca—… Gracias por omitir información sobre los primeros días. No sabes lo que significa para mí.—Como te dije antes, he visto tu esfuerzo. Lo demás, como el trabajo, también se mejora —dice, suavizando sus facciones—. Nos vemos luego, Sebas.—Me gusta cuando tú me llamas Sebas —admito y me maldigo en el interior por dejar escapar eso de mi cabeza—. Porque sé que estamos en buenos términos, el Sebastián siempre me ha sonado a regaño —agrego de inmediato, mintiendo en gran parte.—Entiendo —dice, riéndose un poco—. Buenas noches.Mi mano viaja a la suya mientras nuestras miradas conectan. A pesar de lo oscuro que es, puedo ver sus mejillas sonrosadas y me acerco con lentitud, notando que se tensa de inmediato.Abre la boca para decir algo, p
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10.
El día termina y estoy agotado. A pesar de que las batidoras de pedestal nos quitan mucho esfuerzo físico, los movimientos envolventes que requieren algunos postres me han dejado los músculos de los hombros tensos y adoloridos.Todos están despidiéndose de Federica, quien aún viste el uniforme de la pastelería. Ella les sonríe, pero se nota el cansancio en sus ojos.Yo abro mi casillero para buscar mi ropa y me quito la filipina sin pudor alguno, dejando al descubierto la parte superior de mi cuerpo. Escucho un suspiro tras de mí y luego el motor de una batidora al encender.Frunzo el ceño y volteo para ver a Federica apoyada sobre la mesa con los ojos cerrados. Su cabeza está apoyada sobre la mano y pierde el equilibrio, abriendo los ojos de repente.—Mm, ¿qué haces todavía aquí? —pregunta, enderezándose en su puesto mientras vigila la mezcla que está haciendo.—Lo mismo te pregunto —respondo, acercándome a la mesa de trabajo, cruzándome de brazos.— ¿Al menos puedes ponerte la camis
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