CAPÍTULO 3. Un cliente VIP
Sentimientos encontrados, colisionados, ¡estallando como el maldito Vesubio!Leo gritaba internamente más de lo que gritaba su boca, porque aunque la mujer frente a él se disculpaba de todas las formas posibles, aquellos ojos parecían gritarle: "¡Échate, perro!"Su boca decía:—¡Me voy a asegurar de que nunca olvides este día! Y el resto de su cuerpo le contestaba:"¡Los azotes en el trasero no dejan marcas, no te entusiasmes tanto!"Finalmente maldijo diez veces antes de volver a subirse al Bugatti porque no tenía más remedio y se largó a registrarse en la recepción del hotel.Angélica, por su parte, siguió su camino hacia la sala de ventas, con media sonrisa de victoria y sin vomitar porque ella ya estaba acostumbrada a aquel olor. El agua de la planta de tratamiento del hotel tenía un olor asqueroso, pero hacía que el césped creciera hermoso y desaparecía en cuanto la tierra lo absorbía. Por desgracia, ella seguía oliendo a pañal de recién nacido cuando entró a la sala de ventas.
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