79. Felicidad que perdura
Mientras la policía rodea el patio de la mansión de los Carvajal, Amanda sigue caminando hacia María Teresa. Los ojos de María Teresa están abiertos en su totalidad, conmocionada, anonadada, llena de preocupación. Sus manos tiemblan al observar los ojos verdes de su hijo en los brazos de su tía, pero está sano, sólo está tranquilo en aquellos brazos. Su esperanza vuelve al verlo cerca de ella, y María Teresa suelta un jadeo vigoroso al mirar a su ángel. Alza la vista y de inmediato observa los ojos de Amanda, ésta baja la vista hacia su sobrino y un momento después, estira sus brazos para entregalo a su madre. Anonadada, María Teresa siente el cuerpo de su hijo y gime de desconsuelo, como si fuese un sueño, arropando a su hijo con sus brazos, comenzando a llorar por el alivio de tenerlo con ella, de esta manera. —Mi niño —jadea María Teresa en llanto—. Mi pequeño, gracias mi Dios. Mi bebé…—sus ojos vuelven a caer sobre Amanda. —Cuida mucho a Angelito —es lo que dice—, cuídalo
Leer más