— No te quedes ahí parada Vittoria, ven, vamos a nuestra habitación…Cuando Carlo mencionó la palabra “habitación” junto a “nuestra” en la misma oración, a Vittoria se le hizo un nudo en el estómago, ¿Él no pretendería que compartiera la cama con él?, ¿O sí?— ¿Vienes? — Él insistió.— No te conozco, ¿Recuerdas? Solo estoy aquí porque los abogados del hospital dijeron que habías comprobado que eres mi esposo, pero ni creas que actuaré como si yo lo recordara, porque en lo que a mí concierne, tú eres un completo desconocido para mí.Vittoria haría el papel de descerebrada hasta donde le fuera posible, además, era una manera de mantenerse firme y lejos del contacto físico o cualquier amabilidad innecesaria con Carlo, ya que no le nacía ni siquiera verle la cara, pero el instinto de supervivencia era más fuerte que todo lo demás.Jugaría el mismo juego de él, el de: “¡A ver hasta donde sabes que yo sé, lo que tú también sabes!”, pero, aunque le temblaban las piernas, no iba a demostrarle
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