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3 El tormento de la culpa

Vittoria esperó a que todos quienes la buscaban se alejaran para levantarse y cruzar la puerta de salida, sorprendentemente el hombre de seguridad no reparó en ella.

Vittoria aprovechó sus cinco minutos de suerte y se alejó todo lo que pudo del hospital, mientras más terreno pusiera de por medio sería mucho mejor, no sabía a donde ir, no podía ir a su casa porque seguramente Carlo llegaría hasta allá para darle la noticia a su padre de su desaparición.

Sin saber qué hacer por el momento, se sentó en un parque, necesitaba organizar sus ideas, todavía se sentía aturdida y era necesario idear un plan pronto, antes de que alguien diera con ella. No supo cuando tiempo pasó, pero cuando sintió como las gotas de lluvia comenzaban a caer sobre ella ya había comenzado a oscurecer.

Se levantó y comenzó a caminar de nuevo sin rumbo fijo, pensando en que no tenía un lugar en donde pasar la noche, tal vez si iba a un lugar público, a una terminal de autobuses o algo así… Vittoria seguía perdida en sus pensamientos, llegó a una esquina y en cuanto fue a cruzar la calle…

Lo último que escuchó fue el sonido del derrape de las llantas del vehículo que vino a impactar contra ella lanzándola lejos.

—¡Señorita, señorita! — La voz profunda de un hombre la hizo regresar de vuelta — Señorita, ¿Está usted bien?

—Yo… estoy muy adolorida…

—¿Cómo se llama?

Vittoria abrió la boca para responder y luego volvió a cerrarla, no debería darle su verdadero nombre a un completo desconocido que pudiera dar aviso a su marido.

—Soy… Beatrice…

—Beatrice, soy Francesco, venga conmigo, la llevaré a un hospital…

—¡No!

—¡No, por favor! Se lo ruego, ¡A un hospital no! — La mujer seguía rogando mientras Francesco intentaba levantarla y continuaba insistiendo.

—Pero si apenas puede usted caminar, ¡No puedo dejarla así en ese estado Beatrice!

—¡No! Usted no entiende, no puedo volver al hospital…

—¿Volver?

—Solo sáqueme de aquí, ¡Déjeme en un hospedaje y ya con eso tomaré su deuda como saldada!

Francesco pensó que el golpe le había afectado tanto que la hacía desvariar, de modo que no se enfrascó en una diatriba con ella, y en vez de eso la levantó con cuidado y la llevó hasta el auto.

—Déjeme ponerle el cinturón de seguridad… — Francesco pasó sus brazos sobre ella y la aseguró con cuidado.

Después de poner su auto en marcha sin dejar de mirarla de vez en cuando, trato de insistir en que ella aceptara ser llevada a un hospital, pero la negativa permanecía de forma firme.

—Entonces al menos déjeme que la lleve a un médico de confianza…

Ella titubeó por un instante.

—Solo si me promete que no hará preguntas sobre mí, ni me pedirá mis documentos de identidad.

En otro momento de su vida, Francesco habrá descartado de tajo semejante condición, ¿Quién es tan estúpido como para llevar en su auto a una mujer herida que se niega a ser reconocida con su identificación? Cualquiera pensaría de inmediato que es una prófuga de la justicia.

Pero Francesco conocía por experiencia que no siempre las personas que se ocultan son culpables de un crimen, ¡Ah, si lo sabría él! Lo había aprendido con una lección bastante dolorosa.

La miró de soslayo para ver su reacción y continuó:

—Si le prometo que no indagaré nada sobre usted, ¿Me dejará llevarla con un médico de confianza?

—Primero dígame algo…

—¿Qué?

—¿Usted es un asesino serial? — Ella dijo con algo que Francesco interpreto como el intento de una sonrisa en medio de su dolor.

Francesco se rio con torpeza, increíblemente ella tenía sentido del humor aun estado en semejante situación.

—No… je, je, no lo soy… soy muy estúpido, de hecho, pero no un asesino serial, se lo aseguro.

—Entonces acepto que me lleve con su médico — Vittoria accedió.

Francesco se desvió y tomó el camino del consultorio privado del Doctor Locantore, confiaba en él plenamente después de haberle salvado la vida cuando descubrió que era víctima de envenenamiento… los fantasmas del pasado seguían rondando y era difícil alejar todo lo que venía con ellos, como la amistad que ahora tenía con Locantore.

Tomó su móvil y marcó el número del Galeno.

—¿Locantore?... sí, soy yo… ¿Estás en tu consultorio? ¿No?... tengo una situación…

Francesco le explico a grandes rasgos lo que sucedía y el médico le dio instrucciones.

—Entonces es mejor que la veas en un lugar neutro, comprendo, la llevaré a un hospedaje y luego te daré la dirección si te parece… — Asintió automáticamente sin desviar la mirada de la vía — ¡Perfecto! — Y dejó el móvil de regreso en su lugar.

—¿Pasa algo? — La extraña chica preguntó.

—Sí… como comprenderás él tiene una reputación profesional que cuidar y no puede hacer consultas en su clínica sin el debido protocolo…

—Mis datos personales…

—Exacto, entonces nos veremos con él en otro lugar.

Ella asintió, lo peor que podría pasar era que fuera un abusador, pero no tenía el tipo de serlo, estaba muy bien vestido, reconocería el costoso corte de su traje, lo elegante de su calzado y ese auto que costaba mucho más de lo que una persona promedio podría llegar a ganar en el trabajo de más de media vida…

Además, esa expresión triste y lo profundo de su mirada revelaba más de él que cualquier otra cosa, era un hombre herido, solo eso, y tal vez hacía esto con ella solo por caridad.

—Hemos llegado — Francesco anunció — Este lugar es discreto y tienen muy buena atención, así que podremos vernos con el Doctor aquí… — Terminó de decir mientras parqueaba el auto debajo del edificio, en garaje el subterráneo.

Vittoria caminaba con pesadez, pero logró llegar hasta la habitación del hotel en la que el médico supuestamente la vería.

« Solo espero no estar cometiendo el peor error de mi vida » se dijo para sus adentros luego de que puso un pie en la habitación y cayó en la cuenta de que estaba herida y en un hotel con un completo desconocido.

—Ponte cómoda, lo llamaré ahora para que sepa dónde estamos.

Ella apenas asintió y se dejó caer torpemente sobre la cama, sentía como cada fibra de su cuerpo dolía con inclemencia.

—¡Ah…!

—¿Estás bien?

—No… estoy muy adolorida…

Francesco se acercó a ella por segunda vez, la primera fue cuando la ayudó a levantarse y la ayudó a acomodarse en el auto, pero ahora cuando lo hizo, Vittoria fue más consciente del perfume que exhalaba, de lo perfecto de sus facciones y de lo profundamente triste de su mirada. De hecho, le pareció que podría tocar su dolor, era absolutamente palpable.

Francesco acomodó la almohada tras su cabeza y la cercanía de sus rostros fue inevitable, ella casi pudo respirar su aliento cuando él se detuvo frente a su rostro y luego de un instante pestañeó para apartar algo de su cabeza, ella se preguntó ¿Qué?

De pronto, ahí en ese corto, pero intenso cruce de miradas Vittoria comenzó a temblar sin control, su cuerpo entro en una especie de espasmos que alertaron a Francesco.

—¿Puedo tocar tu frente? — Pregunto con cuidado, había visto suficientes picos febriles en el pasado… cuando su hermano enfermó, e incluso consigo mismo…

Vittoria asintió con la cabeza, los temblores no la dejaron proferir más que una expresión:

—¡Tengo mucho frío! — mientras comenzaba a retorcerse de tal manera que Francesco volvió a llamar a Locantore.

—Doctor, ¡Apresúrese, está entrando en shock!

—¿Está temblando?

—¡Sí!

—Acuéstela y ponga su cabeza sobre algo suave, observe si tiene objetos que puedan lastimarla como cadenas, anillos, cinturones…

—No, no parece tener nada de eso…

—Perfecto, ya estoy parqueando el auto, en un par de minutos estoy con ustedes.

—Tengo frío — Ella volvió a decir.

—Tiene la ropa mojada… si me permite quitarle eso y cubrirla con la sabana… — Dijo él con cuidado, realmente era necesario deshacerse del vestido empapado, pero Francesco no quería pecar de atrevido.

Ella apenas asintió con la cabeza. El la ayudó a sacarse el vestido en medio de los temblores cubriendo luego su cuerpo de inmediato con la sábana, era imposible no admirar lo hermoso de su figura, esbelta y bien torneada, tenía un pequeño y coqueto tatuaje en la espalda baja, Francesco no se detuvo en los detalles no iba a ser imprudente.

Un golpe en la puerta les anunció la llegada del Galeno.

—Doctor, pase usted… es ella… — Dijo señalando hacia dentro.

Locantore advirtió las ropas mojadas a un lado en una silla.

—¿Estuvo bajo la lluvia?

—Sí, cuando la golpee con el auto caminaba en medio de la calle.

—¿Entonces parecía perdida o confundida?

—Mmm… tal vez ambas…

—Señorita, soy el Doctor Locantore, he venido para verla — le dijo mientras sacaba el termómetro y tomaba su temperatura — ¿Hay algo que deba saber sobre su salud para partir de ahí?

Vittoria dudó por un segundo y miró a Francesco, este asintió con la mirada y ella recordó que había prometido no hurgar en su vida personal.

—Estuve hospitalizada la última semana, sufrí una caída por las escaleras y perdí a mi bebé… luego… el golpe con el auto…

Francesco sintió un golpe en el estómago, era como si la vida le estuviera dando una oportunidad de reivindicarse, después de lo que había ocurrido con su esposa en el pasado, ahora esta pobre chica pasaba por algo tan difícil que no podía simplemente hacerse el desentendido.

—Haga lo que sea necesario para atenderla Locantore, yo corro con los gastos.

—Si Francesco, pero si necesita una intervención…

—Usted ponga la suma.

—No es eso Francesco, habría que moverla a la clínica y…

—Así tenga que montar un quirófano en la mansión.

—Vamos con calma, por ahora le haré exámenes de rutina, es probable que solo sea un resfriado por la lluvia y las defensas bajas, necesitará mucho descanso, una buena dieta y vitaminas si todos los valores son correctos, de no ser así, pensaremos en el plan B.

La palidez del rostro de la chica trajo a su mente una enorme culpa, no pudo evitar pensar en que él había sido el culpable de que su esposa alguna vez pasara por algo peor…

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