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Si acepto casarme contigo
Si acepto casarme contigo
Por: Alexa Writer
1 Una boda sellada con sangre

—Carlo Santoni, ¿Acepta usted a Vittoria Guiulliani como su legítima esposa?

—Acepto — Respondió el novio en tono neutro.

— Vittoria Guiulliani, ¿Acepta usted a Carlo Santoni como su legítimo esposo?

Vittoria no podía controlar la emoción en su pecho.

—¡Sí! ¡Acepto! ¡Acepto, acepto casarme contigo! — Respondió con una mirada dulce hacia su prometido que mantenía en su rostro una expresión que hacía creer que tenía ganas de ir al baño.

—Entonces, ¡Lo que ha unido Dios, no lo puede separar el hombre! ¡Puede besar a la novia! — EL sacerdote dijo con júbilo y Carlo se giró lentamente conteniendo la respiración antes de acercarse a Vittoria, su novia de siempre, con la que su familia planeó casarlo desde que eran unos chavales debido a las ventajas económicas que suponía emparentarse con los Guiulliani, y más ahora, con la fuerte recesión económica de Santoni Indrustries.

—¡Vivan los novios! — Su suegro coreó entre gritos de alegría y lo siguieron los demás, familiares y amigos uniéndose a la celebración de la unión, una que desde siempre todos esperaban que se diera, solo estaban esperando a recibirse en la universidad para cumplir con el siguiente paso, casarse.

Vittoria estaba radiante de felicidad, no podía creer que al fin se cumplía su sueño de ser la esposa de Carlo Santoni, el hombre que le había dado su primer beso, a quien le había entregado su virginidad y a quien estaba destinada. No le cabía duda. Una lágrima se escapaba de los ojos de la novia que no podía contener la emoción de estar casada con el amor de su vida.

—¡Larga vida a los novios! — Los invitados corearon al unísono en medio de los aplausos.

—¡Muchas felicidades!

—¡Que Dios los bendiga con muchos hijos!

Las personas les decían abrazándolos mientras ambos tomados del brazo caminaban hacia la puerta de la iglesia con la marcha nupcial de fondo musical.

Al llegar a la salida, una lluvia de arroz cayó sobre ellos en señal de bendición y abundancia, pero de pronto, algo entró en uno de los hermosos ojos verdes de la novia causándole una fuerte punzada que la hizo detenerse en seco y llevarse la mano al rostro.

—¡Carlo! Algo me ha entrado en ojo, no puedo ver… me duele mucho, ¿Puedes revisar? — Pidió confiada en que su marido haría lo que fuera porque ella estuviera bien.

—Camina Vittoria, de seguro no es nada, tal vez un arroz, vamos, no hagamos esperar a la gente en la fiesta, ¡Sería de muy mal gusto! — Le dijo mientras alargaba la mano y tiraba de ella metiéndola al auto sin prestar demasiada atención a la molestia que sentía su esposa, para todos los novios la lluvia de arroz simboliza suerte, éxito y bendicion, pero el presagio no pintaba en blanco para Vittoria.

ya en la fiesta, después de lanzar el ramo, el padre de Carlo, Angelo Santoni, quiso hacer el brindis por los novios.

—Vittoria ¿Dónde diablos se ha metido Carlo? — Preguntó molesto.

—No sé, dijo que iría a saludar a unos amigos, pero puedo ir por él si usted gusta — Contestó la novia manteniendo la sonrrisa.

—¡Claro! ¡Ve por él!, voy a hacer el brindis y no está aquí, además, como esposa debes saber dónde está tu marido en todo momento — Agregó al final incomodando a Vittoria, nunca había sido necesario estar detrás de Carlo pisándole los talones a cada paso, ella pensaba que la confianza era absolutamente necesaria en una relación.

—Iré a buscarlo de inmediato, mientras tanto, prepare su discurso — Le dijo con una sonrisa, tragándose el mal comentario de su suegro y levantándose.

Los zapatos la estaban matando, así que después de darle la vuelta a los jardines y de preguntarle por él al setenta por ciento de los invitados a la celebración y no hallarlo, pensó que mejor subía a su habitación para deshacerse de los zapatos y ponerse algo cómodo mientras Carlo aparecía.

Seguro que su marido estaba enganchado en alguna conversación interesante y no se había dado cuenta de que ya era la hora del brindis.

Vittoria subió las escaleras con las zapatillas en la mano, se detuvo en la parte de arriba para masajearse un poco los pies y fue cuando escuchó...

Un jadeo proveniente de la habitación contigua le llamo la atención, era la voz de una mujer.

—¡Ah…! ¡Más cariño, dame más! — Exclamó con la voz entrecortada.

—¿Así?

—¡Oh!, ¡así, así! No te detengas… — Elevando la voz en una octava.

Vittoria dejó caer las zapatillas al suelo de la impresión, no podía ser, seguramente estaba escuchando mal, el cansancio y el estrés del evento le estaban jugando una mala pasada, ¡Era imposible que estuviera escuchando eso!

—¡No! ¡Calma Vittoria, es solo el cansancio, no pueden ser ellos, ¡Es ilógico! ¡Él no me haría eso jamás! Y ella tampoco.

Sin embargo, no pudo dejarlo pasar y caminó como en automático hasta la puerta y girando el picaporte empujó para abrir.

Su cabeza no pudo procesar lo que estaba viendo, necesitó un par de segundos antes de entender que Giorgia, su mejor amiga, estaba desnuda bajo su esposo mientras este le hacía el amor de una forma casi animal, casi devorando el cuerpo extasiado de la otra.

El ruido de afuera se incrementó cuando alguien comenzó a llamar al novio para que se acercara a la mesa familiar y la música cobraba más volumen, por lo que la pareja adúltera no se dio cuenta de que Vittoria estaba ahí de pie junto a la puerta sosteniéndose del borde para no dejarse caer de la impresión. 

—¡Ah…! ¡Carlo! ¡No pares! ¡Quiero que me lo hagas como nunca! ¡Quiero saber que soy tu dueña incluso hoy! — Casi gritaba aquella bandida mentirosa.

—¡Lo eres! — Él respondió entre los jadeos y la excitación — ¡Tú eres mi dueña!

Vittoria logró reaccionar, y antes de que se hubiera dado cuenta, ya las lágrimas corrían a raudales por su rostro y estaba lanzando cosas sobre los dos.

—¡Traidores! — Gritó — ¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudieron hacerme esto? — Dijo furibunda.

—¡Vittoria! — Exclamo Carlo lanzando a la otra mujer sobre la cama y cubriéndose con la sábana — ¡Mi amor, no es lo que parece!

—Ah, ¿No? ¿Y entonces qué es? A ver, ¡Dime! Porque tengo rato viendo cómo se revuelcan ustedes dos con muchas ganas justo en el día de nuestra boda, ¡Y en mi propia cama!

—¡Te juro que no es lo que parece! 

—¡Ah! ¡Expresión tan trillada y estúpida! ¡Ni siquiera tienes la creatividad de inventarte otra cosa!

—¡Si es lo que parece Vittoria! — Esta vez fue Giorgia quien hablo, salió del lecho, desnuda y pavoneándose con ese cuerpo escultural suyo, como mostrando todo lo que tenía para ofrecer al adúltero de su marido — ¡Es tal cual lo viste!

—¿Qué haces Giorgia? — él preguntó nervioso.

—Ella debe saber la verdad, esto iba a suceder en cualquier momento, así que se lo diré todo.

—¡No! ¡Espera!

—Somos amantes Vittoria, los más deliciosos amantes desde hace años, solo que tú estabas tan ciega y tan ilusionada con la idea de tu amor perfecto y tu boda soñada que no pudiste verlo, pero la verdad es que nos amamos, ¡Eso nunca nos lo podrás quitar! — Tomando aire para proseguir y deteniéndose frente a Vittoria que seguía con la vista nublada por las lágrimas — Desde siempre has sido tú en público, pero yo en privado, mientras tú eras la novia mojigata, yo le daba lo que tú no, ¡Yo lo hice hombre!, yo le enseñé a amar… pero ahora que lo sabes, ¡Yo saldré de las sombras!

—Pero si hemos sido novios desde la secundaria Carlo, fuiste mi primer amor, me diste mi primer beso… — Desviando la mirada hacia su esposo.

—¡Y también fue al primero que te cogiste! Eso ya lo sabemos — Escupió Giorgia con rabia.

—¿Por qué…? ¿Por qué lo hicieron? — Vittoria estuvo a punto de desplomarse, sintió como el suelo se hundía ante sus ojos y el sudor frío recorría su espalda — ¿Por qué seguiste adelante con esta boda si es evidente que la amas a ella? — La expresión del rostro de Vittoria era de total desconcierto, sentía como si le estuvieran abriendo el pecho sobre una mesa de cirugía en vivo, sin anestesia, como si le extirparan el corazón.

—¿Sabes lo que debes hacer? — Le preguntó mientras avanzaba de nuevo haciendo que Vittoria comenzara a retroceder de espaldas a la escalera — Deberías irte ya, quitarte ese ridículo vestidito de novia y lanzarlo a la basura, o mejor quemarlo, total el circo aquí ya se acabó, ¡Anda y dile a todos que tu marido te engañó! ¡Que no fuiste suficiente mujer para mantenerlo amarrado más de un día!

Vittoria movía la cabeza de lado a lado en señal de negación mientras continuaba retrocediendo, cuando en un descuido, Giorgia la empujó escaleras abajo haciendo que rodara y se golpeara fuertemente en la cabeza. Un hilillo de sangre brotó de cráneo manchando la costosa alfombra persa que forraba los escalones.

La sangre pronto manchó el hermoso y blanco vestido de novia, dejando en él la marca premonitoria de que esa unión estaba siendo sellada con dolor y sangre.

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