— ¡Su pulso es débil! ¡Llévenla a urgencias rápido, pero ya!Voces de gente desesperada es todo lo que Alessia consigue oír, pitidos de extrañas máquinas y siente cómo su cuerpo se agita de un lado a otro.Dolor, sufrimiento, decepción, estas son las emociones que acompañan a su corazón. Ya no llora, ya no se retuerce, sólo está ahí, existiendo. Con los ojos entreabiertos y la respiración entrecortada. Ahora sólo puede pensar en una cosa: su bebé.Después de haber pasado mucho tiempo sola en una habitación extraña, donde le habían inyectado anestesia, se despierta y abre mucho los ojos y empieza a mirar con desconfianza alrededor de la habitación, pero entonces un hombre alto, vestido con una bata blanca, de tez pálida y ojos verdosos entra en la habitación con unos papeles en las manos, echándoles un vistazo y tachando algunas cosas con un bolígrafo.El hombre la mira y le dedica una leve sonrisa que hace que su ansioso corazón se calme un poco.—Señorita, Alessia. Es un placer, soy
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