Eos llegó a la mansión con el corazón latiendo desbocado, su cuerpo temblando de pánico. Galilea, quien salió a su encuentro, notó en su mirada el rastro del miedo que la consumía.—¿Qué pasó, Eos? ¿Y el alfa, dónde está? —preguntó Galilea con urgencia.—Ordena que lleven a los niños a sus habitaciones, te espero en el despacho —expresó, sin apartar la mirada de sus bebés dormidos en las sillas de bebé. Salió del carro y se adentra en la mansión, caminando de un lado a otro, sin saber qué hacer, mientras el temor seguía palpable en su rostro. —Expresó con un hilo de voz.Minutos después Galilea abrió la puerta del despacho sin tocar, su mirada inquieta se clavó en Eos.—Marie está con los niños en su habitación, se encargará de ellos. Ahora, cuéntame. ¿Qué pasó?Eos, aun temblando y con lágrimas en los ojos, comenzó a relatar.—Nosotros veníamos de regreso hacia la manada, y en el camino encontramos obstáculos. Perseo se bajó para investigar y unos renegados lo atacaron. En ese moment
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