Perseo caminó hacia la entrada de la majestuosa mansión, sus pasos decididos resonaban en el mármol del piso. Con agilidad, subió las escaleras.Eos, enojada no quería pasar la noche con él. En un susurro lleno de frustración, exigió.—Perseo, bájame. Estoy furiosa y no quiero dormir contigo.—Es nuestra noche de bodas, mi amor, y esta noche duermes conmigo. —Él respondió con una sonrisa traviesa en los labios.Eos estaba atrapada en un dilema, debatiéndose entre su rabia y el deseo que, sin querer, seguía ardiendo en su interior. Apenas cruzaron el umbral de la puerta, Perseo se inclinó y sus labios se apoderaron de los de ella en un beso apasionado. Un torbellino de emociones y pasión comenzó a crecer desde lo más profundo de su ser, llevándola a un lugar donde sus deseos y su furia chocaban en una danza incontrolable.Perseo ardía como un volcán en erupción. Con fuerza, cerró la puerta detrás de él utilizando la punta de su zapato y se dirigió hacia la cama, depositando a Eos con d
Cuando amaneció al día siguiente, Eos se encontraba resguardada en los brazos de Perseo, el hombre que la había hecho experimentar emociones intensas a lo largo de la noche. Mientras sus ojos comenzaban a abrirse, Perseo, le obsequió un suave beso en la frente.—Mi hermosa ninfa, estaba esperando que despertaras para bajar a desayunar. ¿Te ayudo a bañarte? —le expresó con ternura mientras se incorporaba en la cama para cargarla y llevarla al baño.Eos sentía que cada músculo de su cuerpo le recordaba la pasión de la noche anterior. Se aferró a su cuello con una sonrisa traviesa.—Lobo pervertido, no te aproveches de mi cuerpo —haciendo puchero continuó—, me duele todo.El alfa soltó una carcajada, recordando cómo ella siempre pedía más, complaciéndolo a él en las posiciones en que la colocaba. Luego, caminó hacia la tina y la depositó en ella, llenándola de agua tibia para que su cuerpo se sintiera mejor. Luego se metió en la bañera.—Mi querida ninfa, pronto te sentirás mejor —dijo m
La sangre de Eda comenzó a hervir; ella odiaba profundamente las injusticias y no podía permitir que algo así sucediera. —¿Cómo? —preguntó, con incredulidad en sus ojos. Marie soltó un suspiro de resignación y continuó: —Sí, como oyes. Lo peor del caso es que nos acabamos de enterar de que ese mal nacido le vendió estos locales a un empresario multimillonario, que quiere derribar nuestros locales y construir un enorme centro comercial en su lugar. —Eso no lo podemos permitir. —Eda sintió un nudo en el estómago al escuchar las palabras de Marie. La situación parecía sombría, y las implicaciones eran desalentadoras. —Mi niña —dijo Marie con voz temblorosa—, el juez que viene a desalojarnos nos indicó que tenemos todas las de perder porque este millonario tiene todos los documentos legales a su favor. Estos locales son un patrimonio del pueblo, y con un centro comercial, que es lo que quiere hacer este hombre, le quitará la naturaleza a este pueblo. Además, fuimos estafados por el Se
Eda se encontró sola en la oficina, enfrentándose a la desconcertante conexión que había sentido y a la enigmática figura que tenía delante. Ella tragó saliva y dio un paso hacia atrás. Nunca había imaginado que sería ella quien buscara a su mate, y había sentido las señales, como el nombre de la empresa o la agitación de su loba antes de salir del ascensor. Su corazón latía desbocado en su pecho, como si quisiera salirse por la garganta. Apenas pudo articular unas palabras.—¿Tú eres Magnus Graties? El que está destruyendo los locales comerciales en el pueblo de Blanfort. Quiero que detengas la demolición. Esos locales tienen propietarios que fueron estafados por el hombre que te los vendió.Magnus no apartó la mirada de Eda ni un momento, rodeó el escritorio y se paró cerca de ella. Sus ojos brillaban con un misterio insondable. A sus 36 años, había esperado este momento, pero nunca pensó que su mate lo encontraría a él, y mucho menos que sería una hermosa joven de ojos azules.—Sí,
Eda, sintiendo que entraban al ascensor y se cerraba la puerta, con voz fría, suplicó. —Puedes bajarme, ¿no crees que estás exagerando? Bájame, puedo caminar sola. Pero Magnus no cedió. Mantuvo su agarre firme mientras el ascensor se movía. Cuando finalmente la puerta se abrió, caminó tranquilamente con Eda en su hombro. La recepcionista, visiblemente disgustada, camino hacia Magnus y se dirigió con un tono crítico. —Señor Graties, esta mujercita es una intrusa. No debería haberse molestado en traerla usted mismo; los guardias de seguridad podrían haberlo hecho. Se saltó los torniquetes y le faltó al respeto a los guardias al subir al ascensor. Si lo desea, puedo llamar a la policía para que la lleven a la cárcel. Magnus arqueó las cejas y su voz resonó, ronca y autoritaria. —Esta señorita puede venir a su empresa como le plazca a partir de ahora. Ella es Eda Graties, mi esposa, y desde este momento puede acceder a mi oficina sin restricciones, ¿queda claro? La recepcionista abr
Eros y Danna compartieron una semana llena de risas y lágrimas con sus hijas. El tiempo pasó volando, y llegó el momento de despedirse. Con emotivos abrazos, Eos regresó a la manada Vilkas en compañía de su esposo, mientras que Eda y Magnus se dirigían a la manada de Maya y Duncan antes de emprender el viaje de regreso a la ciudad. Perseo conducía su camioneta a través del espeso bosque y, Eos jugaba con los gemelos en la parte trasera. Mientras avanzaba hacia su manada, notó que ramas y piedras obstaculizaban el camino. Un siniestro escalofrío se apoderó de su cuerpo, y sus pensamientos se centraron en sus hijos, Sus temores se reflejaron en su rostro antes de que decidiera detener el carro. Habían pasado dos años desde que las tierras de los lobos se mantenían en paz, y ellos solían salir sin necesidad de escoltas. Eos venía distraída con sus hijos, y cuando sintió que el carro se detuvo, levantó la cabeza y preguntó: —¿Por qué nos detenemos, amor? Perseo giró la cabeza
Sofía se encontraba paralizada por el miedo, sus ojos se clavaron sobre su padre, cuyo rostro reflejaba pánico. A su alrededor, el silencio era opresivo, solo roto por los latidos acelerados de sus corazones.Frederick intentó mantener la calma mientras le hablaba a su hija. —Tranquila, mi lobita —susurró con voz temblorosa, pero llena de cariño—. No nos harán daño —Tragó saliva con dificultad, consciente de la peligrosa situación en la que se encontraban.Dos de los delincuentes se acercaron sigilosamente al carro, uno a cada lado. La tensión en el aire era palpable, y Sofía se aferró a la mirada de su padre en busca de consuelo. Uno de los ladrones rompió el silencio con un grito autoritario.—¡Bajen del carro con las manos en la cabeza!El cuerpo de Sofía se estrechó en ese momento, la adrenalina bombeaba a través de sus venas mientras su mente luchaba por asimilar lo que estaba pasando, siempre vivió como una princesa, poco recuerda los momentos de tiranía que vivió la manada.Sof
Eos llegó a la mansión con el corazón latiendo desbocado, su cuerpo temblando de pánico. Galilea, quien salió a su encuentro, notó en su mirada el rastro del miedo que la consumía.—¿Qué pasó, Eos? ¿Y el alfa, dónde está? —preguntó Galilea con urgencia.—Ordena que lleven a los niños a sus habitaciones, te espero en el despacho —expresó, sin apartar la mirada de sus bebés dormidos en las sillas de bebé. Salió del carro y se adentra en la mansión, caminando de un lado a otro, sin saber qué hacer, mientras el temor seguía palpable en su rostro. —Expresó con un hilo de voz.Minutos después Galilea abrió la puerta del despacho sin tocar, su mirada inquieta se clavó en Eos.—Marie está con los niños en su habitación, se encargará de ellos. Ahora, cuéntame. ¿Qué pasó?Eos, aun temblando y con lágrimas en los ojos, comenzó a relatar.—Nosotros veníamos de regreso hacia la manada, y en el camino encontramos obstáculos. Perseo se bajó para investigar y unos renegados lo atacaron. En ese moment