Perseo sintió cómo se le nublaba la vista y perdió el conocimiento. Sofía soltó una gran carcajada llena de malicia y regocijo, saboreando su triunfo. Luego, se dirigió hacia la puerta y la abrió, revelando a dos lobos que resguardaban la entrada.—¡Entren, desámenlo y acuéstelo en la cama! —ordenó con autoridad.Los lobos obedecieron y se apresuraron a desamarrar a Perseo y acostarlo en la cama. Una vez terminaron, salieron de la habitación, dejando a Perseo solo con Sofía.Sofía se acercó a Perseo y, con gestos maliciosos, lo desnudó por completo. Era de noche, y ella tenía la intención de esperar pacientemente a que él despertara.A la mañana siguiente, Perseo se despertó con un dolor de cabeza pulsante y una profunda sensación de confusión. Al mirar a su alrededor, no pudo reconocer el lugar en el que se encontraba. Su mente parecía estar en blanco, incapaz de recordar nada de su vida.Una voz melosa lo sacó de su aturdimiento, y giró la cabeza para ver a una mujer desconocida a s
Sofía se acercó a la gran muralla, caminó a paso firme junto a Perseo hacia la entrada de la manada. Los guardias que se encontraban en la entrada se mantuvieron alerta, atentos a la llegada de los lobos que se acercaban. Ellos al ver a su alfa hicieron una reverencia colectiva.El jefe de los guardianes, con los ojos abiertos de asombro, fue el primero en expresar su reconocimiento.—Alfa Perseo —exclamó con sorpresa—. Nos habían informado de su secuestro. Es un alivio verlo de nuevo en plenitud. De inmediato, informaré a la Luna de su regreso.—A mi lado, brilla mi Luna, su Luna Sofía, y he retornado decidido a reclamar mi posición en esta manada.—¡Alfa! —Exclamo el guardia incrédulo de lo que escuchabas—. La señorita Sofía fue desterrada de esta manada por ti y la Luna Eos.Perseo estaba lleno de rabia, no podía creer que su gente estaba bajo el hechizo de esa bruja. Con firmeza, declaró.—Soy el Alfa de esta manada y he regresado para recuperar lo que legítimamente me pertenece.
Eos atravesaba velozmente el extenso bosque junto a Galilea; su corazón latía con fuerza mientras estaba aterrada por la vida de sus hijos, que no paraban de llorar. De repente, aparecieron entre los árboles Morgan y Aragne, acompañadas de otras ninfas. Aragne, al divisar a Eos, corrió hacia ella y la envolvió en un abrazo reconfortante, mientras dos de las ninfas se acercaron a los niños y los tomaron entre sus brazos. Las ninfas se ocuparon de tranquilizar a los pequeños, susurrando palabras de aliento y desplegando un aura de protección a su alrededor. Morgan, con la mirada alerta y el ceño fruncido, expresó:—Debemos dirigirnos a la colonia. Aquí estamos en peligro.—Debo informarle a mi padre que estamos bien; están a punto de llegar a la manada Vilkas —expresó Eos con voz afligida mientras avanzaba junto a Morgan—. Perseo es otra persona; Sofía lo tiene bajo algún hechizo, intentó matarme. Mi poder de ninfa parece ineficaz al lado de esa bruja, y siento que he defraudado a todos
En la manada de Maya, Eda se despertó somnolienta, sabiendo que esa misma mañana regresaría con sus tíos a la manada de sus padres. Al entreabrir los ojos, notó la ausencia de Magnus a su lado. Su mirada se detuvo en una hoja sobre la mesa, al lado de la cama. Un brinco en su corazón y un escalofrío recorrieron su cuerpo al comprender de qué se trataba. Se inclinó despertándose por completo. Con temor, extendió la mano hacia el papel y, al tomarlo, soltó un gran suspiro y comenzó a leer."Mi luna, mi loba, me he visto obligado a partir hacia la ciudad. Mis empleados requieren mi presencia, y la urgencia me llamó de regreso entre los humanos para abordar el desastre en la empresa. Cuando resuelvas el conflicto que enfrenta tu hermana, te esperaré a ti y a nuestro Mateo de vuelta en nuestro hogar, en la vida que hemos construido juntos. Aunque me duela separarme de ti y de nuestro hijo, quiero que entiendas que hay personas que dependen de mí para sobrevivir a través de Wolf Alpha Grati
En la habitación, Eos acarició con ternura la melena de su madre, quien parecía estar sumida en un sueño apacible. Galilea, atenta, le entregó una aguja, la cual usó para pincharse el dedo. Con la gota carmesí en la yema, cuidadosamente llevó su mano hacia los labios de Danna, al tiempo que con la otra le abría la boca con delicadeza y dejó caer la gota para que hiciera efecto.Danna, abriendo los ojos lentamente, se encontró con la mirada serena de su hija. A pesar de la confusión que envolvía sus recuerdos, el sabor metálico en su boca le indicó que algo había ocurrido. Recordaba el mareo y como sintió que se desvanecía. Se inclinó con precaución mientras susurraba.— Hija, ¿qué haces aquí? ¿Qué sucedió? Desde ayer he sentido extrañezas en mi cuerpo —inquirió con preocupación mientras miraba a su hija con ojos inquietos.Eos, notando la inquietud de su madre, la envolvió en un cálido abrazo. Al separarse, le indicó con calma.— Mami, me alegra verte bien. Te desmayaste. ¿Has ingerid
En la mansión, aquel día, se desató un revuelo con la llegada simultánea de Ares, Gina, Sofía y Duncan, cada uno escoltado por sus propios guerreros. La agitación se palpaba en el aire. Mientras todos conversaban, sorprendidos y furiosos por el intento de envenenamiento contra la reina. Eda permanecía abrazada a su padre; de repente, se separó de él y giró para ascender las escaleras, pero se detuvo al escuchar una voz cariñosa.—Ya estoy bien, gracias a nuestra portadora de vida, pobre luchar contra esa bruja negra que quiere acabar con nuestra familia—expresó con la mirada recia.Cuando Eda escuchó la voz de su madre, dio unos pasos hacia ella y la abrazó con fuerza; necesitaba ese cariño en ese momento.—¡No Mami! Usted y papi no van a ninguna parte. Ustedes dos se quedan aquí con los tíos, protegiendo el imperio sur. Eda y yo estaremos preparadas para demostrar que somos hijas y sobrinas de grandes guerreros —soltó con firmeza, marcando un tono de coraje en la conversación.—A nos
Eos no podía soportar la angustia de la espera; su corazón se desgarraba al no tener noticias de su amor. Al amanecer del día siguiente, Danna y Eda se aventuraron hacia las imponentes montañas altas de las tierras del norte, donde los lobos sin humanidad habitaban. Mientras tanto, Eos, Dylan y Heracles emprendieron el camino hacia la manada Vilkas. Se adentraron a través de un bosque sombrío y denso, donde la penumbra abrazaba cada rincón. Condujeron por una vía entre árboles que parecían no tener vida.Eos, con el corazón latiendo al ritmo de la incertidumbre por ver a su amado bosque sumido en la oscuridad, tomó la decisión de caminar el bosque que conocía como la palma de su mano.—Sirio, detén el carro —ordenó al lobo que manejaba el vehículo. Al no sentir movimiento, giró la cabeza hacia un lado, encontrando la mirada perpleja de Galilea. — Galilea, lleva a Heracles, Dylan y a mis hombres a un lugar seguro a distancia de la muralla, donde puedan reorganizarse hasta que los alcan
En las afueras, Eos observaba la entrada de la manada con una mezcla de osadía y preocupación. Heracles y Dylan se aproximaron a su prima con expresiones cargadas de inquietud.— Prima, hemos rodeado la manada y hemos buscado la forma de entrar, pero es imposible; todos los accesos están bloqueados.Ante la dificultad, Eos se puso a analizar cómo podrían hacer para subir ese muro. Sin embargo, unos gritos ahogados captaron su atención; provenían del interior de la manada. La angustia se apoderó de su cuerpo, y Galilea, percibiendo la desesperación en su rostro, posó su mano derecha en uno, los hombros de Eos.—¡Eos! Eres fuerte. No decaigas. Tu gente te necesita, confía en ti —pronunció Galilea, tratando de infundir ánimo para que no se debilite.Heracles y Dylan, conscientes de la gravedad de la situación, llamaron a sus hombres para idear una estrategia que les permitiera derribar la imponente puerta principal. Los gritos de la gente resonaban con mayor intensidad. En ese momento, l