Capítulo 106

Eos no podía soportar la angustia de la espera; su corazón se desgarraba al no tener noticias de su amor. Al amanecer del día siguiente, Danna y Eda se aventuraron hacia las imponentes montañas altas de las tierras del norte, donde los lobos sin humanidad habitaban. Mientras tanto, Eos, Dylan y Heracles emprendieron el camino hacia la manada Vilkas. Se adentraron a través de un bosque sombrío y denso, donde la penumbra abrazaba cada rincón. Condujeron por una vía entre árboles que parecían no tener vida.

Eos, con el corazón latiendo al ritmo de la incertidumbre por ver a su amado bosque sumido en la oscuridad, tomó la decisión de caminar el bosque que conocía como la palma de su mano.

—Sirio, detén el carro —ordenó al lobo que manejaba el vehículo. Al no sentir movimiento, giró la cabeza hacia un lado, encontrando la mirada perpleja de Galilea. — Galilea, lleva a Heracles, Dylan y a mis hombres a un lugar seguro a distancia de la muralla, donde puedan reorganizarse hasta que los alcan
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