En la mansión, aquel día, se desató un revuelo con la llegada simultánea de Ares, Gina, Sofía y Duncan, cada uno escoltado por sus propios guerreros. La agitación se palpaba en el aire. Mientras todos conversaban, sorprendidos y furiosos por el intento de envenenamiento contra la reina. Eda permanecía abrazada a su padre; de repente, se separó de él y giró para ascender las escaleras, pero se detuvo al escuchar una voz cariñosa.—Ya estoy bien, gracias a nuestra portadora de vida, pobre luchar contra esa bruja negra que quiere acabar con nuestra familia—expresó con la mirada recia.Cuando Eda escuchó la voz de su madre, dio unos pasos hacia ella y la abrazó con fuerza; necesitaba ese cariño en ese momento.—¡No Mami! Usted y papi no van a ninguna parte. Ustedes dos se quedan aquí con los tíos, protegiendo el imperio sur. Eda y yo estaremos preparadas para demostrar que somos hijas y sobrinas de grandes guerreros —soltó con firmeza, marcando un tono de coraje en la conversación.—A nos
Eos no podía soportar la angustia de la espera; su corazón se desgarraba al no tener noticias de su amor. Al amanecer del día siguiente, Danna y Eda se aventuraron hacia las imponentes montañas altas de las tierras del norte, donde los lobos sin humanidad habitaban. Mientras tanto, Eos, Dylan y Heracles emprendieron el camino hacia la manada Vilkas. Se adentraron a través de un bosque sombrío y denso, donde la penumbra abrazaba cada rincón. Condujeron por una vía entre árboles que parecían no tener vida.Eos, con el corazón latiendo al ritmo de la incertidumbre por ver a su amado bosque sumido en la oscuridad, tomó la decisión de caminar el bosque que conocía como la palma de su mano.—Sirio, detén el carro —ordenó al lobo que manejaba el vehículo. Al no sentir movimiento, giró la cabeza hacia un lado, encontrando la mirada perpleja de Galilea. — Galilea, lleva a Heracles, Dylan y a mis hombres a un lugar seguro a distancia de la muralla, donde puedan reorganizarse hasta que los alcan
En las afueras, Eos observaba la entrada de la manada con una mezcla de osadía y preocupación. Heracles y Dylan se aproximaron a su prima con expresiones cargadas de inquietud.— Prima, hemos rodeado la manada y hemos buscado la forma de entrar, pero es imposible; todos los accesos están bloqueados.Ante la dificultad, Eos se puso a analizar cómo podrían hacer para subir ese muro. Sin embargo, unos gritos ahogados captaron su atención; provenían del interior de la manada. La angustia se apoderó de su cuerpo, y Galilea, percibiendo la desesperación en su rostro, posó su mano derecha en uno, los hombros de Eos.—¡Eos! Eres fuerte. No decaigas. Tu gente te necesita, confía en ti —pronunció Galilea, tratando de infundir ánimo para que no se debilite.Heracles y Dylan, conscientes de la gravedad de la situación, llamaron a sus hombres para idear una estrategia que les permitiera derribar la imponente puerta principal. Los gritos de la gente resonaban con mayor intensidad. En ese momento, l
Perseo, cegado por la ira, anhelaba matarla con sus propias manos. Estaba frustrado por no poder transformarse, pues la conexión con su lobo se había desvanecido. Con un gesto rápido y preciso, colocó la fría hoja de la espada contra el delicado cuello de Eos.—Tú no te apartas de este lugar. Soy tu verdugo, y pondré fin a esta oscura maldad —susurró con voz temblorosa, resonando el peso de la venganza en cada palabra.—Deja de pronunciar necedades, cuñado. Ella es tu mate, tu luna, tu amor. Tienen dos pequeños lobos inocentes —gritó Eda comprendiendo la lucha interna que enfrentaba su hermana.—Eda, está hechizado y no comprende. — Sus ojos ardientes de tristeza no los apartó en ningún momento de él, dejó caer la espada desprecio en sus pies—. No voy a pelear contigo. Si pretendes arrebatarme la vida, hazlo de una vez, no lucharé contra mi mate, el papá de mis cachorros, el lobo que con sus actos de cariño y amor ha penetrado hasta lo más profundo de mi corazón.—Si desea a tu lobo,
Eos caminó por el suelo polvoriento Junto Venus, mientras los lobos salvajes se preparaban para atacar a los mercenarios que amenazaban con acercarse a ellas. Al llegar a la entrada de la mansión, se adentraron en su interior y subieron las escaleras con firmeza. Al alcanzar el pasillo de la planta alta, se encontraron con varios hombres que custodiaban la habitación.Los ojos de Eos se volvieron intensamente verdes y Eda tomó el control.—De estos lobos me encargo yo. Ve y mata a esa bruja, tú puedes, hermana. —Eda le dedicó una sonrisa traviesa. Cuando los hombres se transformaron en lobos, Venus tomó el mando y se enfrentó a los lobos con ferocidad.Eos giró la manija de la habitación y entró.Sofía estaba de espaldas, mirando por la ventana. Con voz serena, expresó:—Esa flecha debió de haber matado a tu gran amor. No entiendo por qué no moriste, pero yo tendré el placer de hacerlo yo misma. —Se giró, su mirada era maliciosa y sus ojos eran oscuros y vacíos.—Bruja, creí que eras
Los guerreros se adentraron en la manada azul, y un estallido de aplausos y festejos les dio la bienvenida. Las hermanas, al divisar a sus padres, no pudieron contener la emoción y corrieron hacia ellos para abrazarlos.—Hijas, ustedes son mi mayor tesoro, y estas tierras no encuentran mejor protección que la que ustedes brindan —vociferó Danna, con sus ojos llorosos, reflejando la felicidad que le embargaba.—Somos las guerreras que somos gracias a ustedes; ustedes son nuestro faro, nuestro ejemplo a seguir —manifestó Eda, apartándose de su padre y sosteniendo a Mateo en sus brazos.Perseo, al divisar a sus hijos, avanzó hacia ellos con paso firme. Eulio, al ver a su padre, se le lanzó con una sonrisa desbordante mientras balbuceaba emocionado.—Papaaa… yo quiero a papaaa…Perseo envolvió a su hijo en un abrazo, y unas lágrimas silenciosas resbalaron por sus mejillas. En el momento de su captura, jamás habría imaginado que experimentaría de nuevo el cálido consuelo de abrazar a sus p
Magnus entró con paso decidido a la oficina de Eda y cerró la puerta tras de sí, su corazón latía con la intensidad que amaba a su mate. Observó cómo Eda se sentaba en la silla, su expresión reflejando una mezcla de incertidumbre y resentimiento, mientras él tomaba asiento frente a ella.— Mi hijo, ¿cómo está? Los he extrañado. No ha pasado un día desde que me marché, que no he dejado de pensar en ustedes —susurró Magnus, tratando de romper el hielo con una dosis de nostalgia.— Mateo está bien, pero extraña a su padre — Eda, con la mirada gélida, respondió sin titubear.Magnus sintió la necesidad de desentrañar la maraña de emociones que los envolvía, pero buscaba en su mente las palabras adecuadas que se resistían a salir. Tomó una profunda bocanada de aire y expresó.— Eda, estoy aquí porque te amo. No los he abandonado como piensas. Yo también tenía mis propias batallas en la empresa. Comprendo que había una lucha aquí, pero también había una lucha en mi mundo. Creo que estás sien
Eos deslizó su dedo suavemente sobre la herida de Sabrina, luego dirigió una mirada cálida a su hermana, acompañada de una sonrisa amable.—Llevémosla a una habitación; pronto despertará asustada y será mejor que tú hables con ella. Heracles ya la marcó como suya; la herida sanará pronto, y hasta le quedó hermosa —comentó en tono bromista. Su alegría era evidente al saber que la dulce niña pronto formaría parte de la familia.—Donis reclamó lo que es suyo —expresó Dylan soltando una carcajada—. El chico recto y tímido de la familia no haría nada para evitar que su mate se fuera y su lado animal actuó.Heracles lo echo un vistazo matarlo matándola con la mirada. Sentía pena por la pobre chica; para él, era hermosa y su olor lo atormentaba. Siempre convivió con su abuelo; sus primos eran su círculo social, y pocas veces interactuaba con otras lobas. De reojo, observaba a la morena que parecía dormida. Cuando vio que Magnus iba a cargar a su mate, declaró.—Yo la cargo —se puso de pie rá