Capítulo 104

En la habitación, Eos acarició con ternura la melena de su madre, quien parecía estar sumida en un sueño apacible. Galilea, atenta, le entregó una aguja, la cual usó para pincharse el dedo. Con la gota carmesí en la yema, cuidadosamente llevó su mano hacia los labios de Danna, al tiempo que con la otra le abría la boca con delicadeza y dejó caer la gota para que hiciera efecto.

Danna, abriendo los ojos lentamente, se encontró con la mirada serena de su hija. A pesar de la confusión que envolvía sus recuerdos, el sabor metálico en su boca le indicó que algo había ocurrido. Recordaba el mareo y como sintió que se desvanecía. Se inclinó con precaución mientras susurraba.

— Hija, ¿qué haces aquí? ¿Qué sucedió? Desde ayer he sentido extrañezas en mi cuerpo —inquirió con preocupación mientras miraba a su hija con ojos inquietos.

Eos, notando la inquietud de su madre, la envolvió en un cálido abrazo. Al separarse, le indicó con calma.

— Mami, me alegra verte bien. Te desmayaste. ¿Has ingerid
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