Dairon languidecía en su habitación, sentado en la cama del apartamento que había alquilado en el centro de la ciudad, recordando las maravillosas noches que compartió con aquella chica. Volvió a coger el teléfono y llamó. — Dime que todo lo que vivimos fue una mentira, que no sientes lo mismo que yo y que en mis brazos no fuiste feliz... dime que este amor no es el sentimiento más poderoso y puro que jamás hayas sentido, dímelo y no volveré a molestarte; pero no me dejes morir en este horrible silencio. — habló con voz débil, dejando el mensaje en el buzón, y cayendo de espaldas sobre la cama, cubierta con las sábanas que aún olían a ella. Mara dejó pasar los días sin decirle una palabra y la ansiedad cada vez lo consumía más y más. Cambió completamente sus hábitos, intentando no volver a encontrarse con él, incapaz de contarle el verdadero motivo de su repentino rechazo, pero una mañana, después de varias semanas, al salir del trabajo lo encontró esperándola en el aparcamiento.
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