Terminada la comida, Azot, Desz y Lis dejaron el palacio. Un solo día se permitiría él sin pensar en Dumas, guerra, o venganza. Nada de Tarkuts, Kraia, bosques, y sus sombras, sólo serían él, su hijo y su Lis. Lis era arkhamita, pero con seguridad podía decir que conocía mucho más Nuante que el reino donde había crecido, así que no fueron muy lejos. Un río cerca de las colinas y su ribera les sirvieron para pasar la tarde bajo el esplendoroso sol, del que nada se ocultaba. Allí Desz habló de lo que nunca había contado a nadie: su vida humana, sus cabras y sus habilidades para preparar queso. Prometió que, cuando la guerra acabara, volvería a hacerlo para ellos. Estaba seguro de no haber olvidado cómo. Lis les habló de su infancia en el palacio, de cómo Kron dejaba atrás a los mejores caballos del ejército y de las aburridas fiestas de la corte; les enseñó algunos pasos de baile y describió cómo su cuerpo se fundía con los elementos cuando cambiaba a su forma de Dumas.Azot oyó con
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