"¿Tienes miedo, Kal?", preguntó la niña, sumergida en el agua hasta la cintura."¡No te atrevas a llamarme cobarde, yo nunca tengo miedo!", le respondió el niño, que desde la orilla del lago tocaba el agua apenas con la punta de su pie. "Está bien tener miedo, todos lo tenemos alguna vez, pero si le temes al agua, apestarás, y nuestro padre se enfadará". "¡Qué no tengo miedo!", gritó el niño.Inhaló profundamente y se atrevió a entrar en las aguas del lago. Iban estas abrazando su vientre cuando se lo tragaron por completo. Era el lago un animal que iba a devorarlo y gritó, pidiendo ayuda. Manoteando y pataleando con frenesí sólo lograba hundirse más y más, y tragar agua en su desesperación por respirar.Fue la niña quien lo arrastró a la orilla, le golpeó el pecho y juntó sus labios con los de él para darle aire. Ese suave e inocente toque lo cambiaría todo de aquí en adelante; él ya no podría olvidarlos, por prohibidos que estuvieran, por inalcanzables que se volvieran. "El calor
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