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Todos los capítulos de La ofrenda: Capítulo 141 - Capítulo 150
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XVI Para formar un ejército
Reino de Uratis"He perdido la piel y siento al viento golpeando mi carne. La brisa fría circula por entre mis entrañas, como si fuera sangre. Ahora mi sangre es el viento y mi piel es el sol". Aquellas palabras se oyeron como si hubieran sido pronunciadas por la descomunal criatura que se alzaba en el claro, a pocos pasos de él. Nada había dicho, su boca era parte de un pasado humano, ahora ya no existía. Sin embargo, Riu lo oía hablar, las palabras resonaban en lo profundo de su cabeza como dichas por una boca que allí hubiera aparecido. Una conciencia común. Su vida se había convertido en un río, todos sus semejantes eran ríos, pero sólo al volverse conscientes de que lo eran empezaban su viaje hacia el mar. Y el mar era el que hablaba en su cabeza, la fuente en la que confluían todos los ríos, todas las mentes de los Dumas. Ya no hacían falta las bocas, ya no se pronunciarían las palabras. El antiguo guardia real arkhamita llevaba un buen tiempo recorriendo las tierras con Erio
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XVII Devoción
—Bien, descansen.A la orden de Furr, los humanos soltaron las armas de madera y fueron a sentarse a la sombra. Eran fuertes y hábiles para trabajar la tierra y cuidar del ganado, pero nada sabían de la guerra. Eran obedientes, buenos muchachos. La fiereza que les faltaba se las daría la ardiente y furiosa sangre que le corría a él por las venas, ellos heredarían el brío de su corazón.—Muchas gracias, Arua —dijo Mars, recibiendo el vaso con agua que la muchacha le ofrecía.El rudo trato de Furr se había vuelto menos frecuente, así como sus ataques. Le permitía dejar la torre para cumplir con sus labores de sierva y ella atendía con gusto a los futuros guerreros. Los conocía bien, había crecido con ellos y jugado a los mismos juegos y sabía que su destino era acabar desposada con alguno.Había uno que le hacía estremecer el corazón, era el mismo que, con una radiante sonrisa, le había agradecido por el agua. De entre todos, Mars siempre había tenido su atención y a él también se le est
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XVIII Discordia
Reino de Balai—¿Te gusta lo que ves, copero? —preguntó el rey Ulster.Un mar tan negro como la noche se extendía frente a ellos, con sus aguas gélidas de inhóspito bramido, tan inescrutables como su alma. —Hace mucho frío aquí —dijo el muchacho, abrazándose a sí mismo. Escoltados por cuatro guerreros, habían salido a dar un paseo. Qué mejor lugar que la cima del monte Noret para tener una vista de la capital al sur y el oscuro mar que bañaba las tierras de Balai hacia el norte, todo sembrado de hielos eternos. —A poco de nacer, los balaítas son sumergidos en sus aguas y deben probar su valía. Si enferman y mueren, entonces nunca fueron dignos de pisar estas tierras. El alimento es escaso, no puede desperdiciarse en debiluchos. —Probablemente yo habría muerto, majestad. El muchacho tenía la nariz roja, al igual que las mejillas. Ulster lo cogió de la nuca y con un profundo beso absorbió el vapor blanquecino que le salía de la boca. —Qué fortuna que no hayas sido balaíta entonces,
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XIX Secretos
Luego de pelearse con Furr, Desz debió hacer frente a los reclamos de Lis surgidos por la carta de Camsuq. —No quería que te preocuparas. —¡¿Y me ocultas algo tan importante?! Es mi padre, tengo derecho a saber si algo le pasa. ¿Me crees incapaz de lidiar con el dolor? —Quiero ahorrarte preocupaciones innecesarias. Lis bufó. Dejó la caja a un lado y se levantó. —¡¿Por eso no me dijiste que fue Riu el responsable de su captura?!Desz tampoco pudo permanecer sentado con ella tan alterada, con la agitación que él mismo sentía. Deseaba arrancarle la cabeza a Camsuq por sembrar tanta discordia. Lo imaginaba riendo en Arkhamis en ese mismo instante. —Sí, por eso lo hice. ¿Qué podrías hacer además de angustiarte? ¿No te das cuenta? Tu padre quiere ponerte en mi contra y lo está logrando. Lis sintió su pecho oprimirse, eso era exactamente lo que decía la carta. "No le hables sobre esto a la bestia o me culpará de generar discordia".—Puedo hacer mucho más que angustiarme, Desz. No me su
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XX La muerte de las estrellas
—Estoy agotada, Desz, me duele todo y se siente muy bien —decía Lis, sumergida en la tina luego del entrenamiento. Desz le tallaba la espalda. —Furr no pudo conmigo —agregó, riendo—. Hasta una bestia debe reconocer cuando alguien supera su razonamiento. No tiene argumentos contra mí, sólo su enojo. —No importan las palabras cuando alguien no está dispuesto a oírlas. No puedes entablar un diálogo en el campo de batalla, Lis —le besó un hombro y siguió frotándole con delicadeza la suave piel, que tenía algunos moretones. —¿Cómo lo sabes? ¿Lo has intentado? Lo primero que haré cuando vea a un Dumas será preguntarle qué es lo que quieren. —Si piensas de ese modo, te prohibiré seguir entrenando. No busques en el enemigo tus propias cualidades, Lis o acabarás muerta antes de que empiece la batalla. ¿Lo entiendes? Más te vale entenderlo o... —Ya, Desz. No te enfades. Soy lista, no lo olvides. Sé cuando hablar y sé que Furr no me arrancó la cabeza sólo por ti, pero sí que quería hacerlo.
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XXI Pertenencia
Desz sonrió, iluminado por la claridad de la mañana luego de la noche más maravillosa de su vida. Su mano viajó bajo las sábanas buscando a la criatura que con sus mimos lo había despertado. Lis le besaba el vientre y reía contra su piel adormecida. Él le acarició los cabellos, que tan bien conocía y se deslizó hacia su espalda. La rozó suavemente con sus uñas y ella se estremeció, emergiendo a la superficie.—Eso se sintió bien —jadeó Lis contra su cuello, llenándolo de besos. Desz repitió la maniobra, presionando sus uñas desde el hombro hasta la cadera. Siguió bajando y se ganó un encantador gemido de Lis, que le hizo arder la sangre. Ella se apartó y él se apresuró a retenerla de la cintura. Como agua entre los dedos, así se le escapaba cuando más la ansiaba. —Llegaré tarde al entrenamiento... No quiero darle motivos a Furr para reñirme, Desz. Él la soltó y se dejó caer en el lecho. —Eso es lo que mejor sabes hacer, Lis, no te hagas la inocente. Intenta ser más disciplinada co
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XXII El color de sus ojos
Reino de NuanteSentados en el lecho, Desz le peinaba el cabello a Lis con los dedos. Acababa de despertarla y contarle sobre Arua.—¿Ya estás más tranquila? Lis negó.—Quiero verla. —Aún no es tiempo, Lis, ella no está lista. No recibió ningún tipo de preparación, no le será fácil acostumbrarse a ser quien es ahora.La joven era una Tarkut, igual como ella deseaba, pero ese no era el deseo de Arua, para ella no sería una bendición, sino un suplicio. El corazón de Lis no estaba en paz, claro que no. Había empezado a hallar consuelo entendiendo que muerta, su querida amiga ya no sufriría ningún martirio por parte de Furr. Ahora podría llegar a padecer eternamente.—Su trato hacia ella cambiará, ¿no? Ahora Arua será su igual. Espero que seas firme y no permitas más injusticias —se liberó de su abrazo y salió del lecho.—¿Irás a entrenar? —Claro que sí. Alguien tendrá que poner orden en este lugar si no lo haces tú —gruñó ella, vistiéndose. Desz la observaba en completa calma, con el
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XXIII Exilio
Una suave brisa peinó los pastizales de las praderas de Nuante, sacudió las hojas de los árboles, agitó las aguas del río, despeinó los cabellos de Lis y silbó por los pasillos del palacio. Era sólo viento, pero se oía como una risa.Desz seguía sin oír y deseaba dejar de ver también. En la oscuridad tras sus párpados, el ojo de rojizo atardecer seguía brillando, usurpando al verde esmeralda de Lis. Su amada Lis, tan firmemente anclada a su corazón, se había desvanecido como un suspiro cuando más felices eran, dejando el vacío que dejaba la falta de aire, de calor. El incontenible grito de Desz resonó portentoso y cargado de la oscuridad de la muerte y el frío de la agonía. El dolor que embargaba a su cuerpo era el de los primeros días, el que le dio la bienvenida a la vida. Nacer, morir, ya no los distinguía. —Tu corazón era mi hogar... ¿Dónde viviré ahora? —decía Lis, acurrucada en las puertas de los muros—. Prometiste que nunca me abandonarías, lo prometiste, Desz, era mi deseo..
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XXIV Patria
Parte II: Entre las sombrasEl bebé no lloró. En cuanto sus ojos se abrieron, lo primero que vio en el mundo fueron las sombras del abismo y ya ningún sonido pudo salir de su boca. ∽•❇•∽Reino de Nuante—Desz, debemos hablar.La penumbras habían invadido sus aposentos. Sentado en el sillón sentía que la luz ya no lo alcanzaba. —¿Qué ha pasado, Furr?... ¿Qué ha pasado? —Sus ojos enrojecidos no lo miraron. Estaba cansado, perdido en el abismo del inmerecido descanso del sueño y la inconcebible tortura de la vigilia. Desz ya no dormía, su lecho olía a Lis y ella seguía habitando en sus sueños. —La infamia de Camsuq no tiene límites, eso es lo que ha pasado. Enviar a un Dumas contigo, ¿crees que lo haya hecho a propósito? El orgullo del rey de Arkhamis no le permitiría hacer tal, menos cuando necesitaba de su ayuda contra los Dumas. ¿Sería posible que la reina Alira fuera una de ellos? —No, Camsuq no sería tan retorcido como para criar a una de
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XXV Confusión
Reino de KaradesEn un suave y cómodo lecho Lis durmió casi dos días enteros. Al despertarse, lo primero que vio fue a Riu mirando por la ventana de la espléndida habitación en que se hallaba.—¿Estamos en Karades?El muchacho asintió. Se sentó en el lecho, le acarició una mejilla.—La reina quiere conocerte. Unas siervas vendrán a ayudarte. Te darás un baño, comerás algo e irás con ella. —¿Este reino es enemigo de Arkhamis? —No pienses en eso ahora, este reino nos ha recibido con hospitalidad y debemos retribuirla. Conoce a la reina, recorre el palacio y saca tus propias conclusiones. Lis asintió. —Estás tan pálida, no parece que hubieras descansado en lo absoluto. Ella le cogió la mano que seguía en su mejilla y la aferró entre las suyas. —No te mentiré, Riu. Siento mucho dolor, nunca antes había padecido algo similar... A veces creo que ya no podré seguir respirando, pero estaré bien, lo sé. El dolor pasará tarde o temprano. Riu le dio un beso en la frente y la dejó con las s
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