Selene se había llevado muchas sorpresas en sus veinticuatro años de vida, pero aquello era tan inesperado y absurdo que no era capaz de entenderlo. Si no fuera por su seria expresión, aquello sería una broma.— Perdone, pero no le entiendo. ¿Quiere pagarme para que finja ser su novia, su amante?— Así es, pero en mi mundo les decimos «amante» o «amiga», pero a dónde vamos allí no puedes ser nada de eso, sino mi prometida, mi novia.— ¿Novia? ¿Y tendría que compartir dormitorio con usted? Pregunto ella.— Si por supuesto, pero no sé preocupe, no pasará nada entre los dos. —respondió él tranquilamente. — Mi familia debe creer que nuestra relación es seria. —Selene se disgustó y se levantó de un salto.— Pienso que se ha equivocado de persona, señor Wolf. Yo no puedo hacer eso, no soy una mentirosa, menos somos novio.— Ya lo sé, señorita Scott, que no somos nada, pero necesito su ayuda. —dijo él entonces, con una sonrisa que le dio un escalofrío por su espina dorsal.— Sé que me ayudar
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