A pesar de todo, pensaba haber vuelto a la rutina sin problemas hasta que su ayudante le preguntó si se encontraba bien. Eso era algo que nunca antes le había preguntado. Sí, como sospechaba, su abuela Giovanna vigilaba sus comunicaciones, y alguien estaba haciéndolo porque su equipo de expertos había encontrado spyware instalado en su ordenador y en su móvil, lo mejor sería hacerle creer que estaba enamorado.Esa era la razón por lo que llamaba a Selene todos los días. Que necesitaba a veces una ducha fría después de cada conversación. Pero, además de recibirlo con una sonrisa en los labios que lo había afectado tontamente, olía de maravilla y estaba guapísima con ese vestido Blanco, con un estampado de rositas.— ¿Qué tal ha ido tus cosas?. —le preguntó Steven.— Todo bien, pero algunas cosas fatales.— ¿Otra vez estás siendo negativa?— Realista, Steven.Se detuvieron entre un grupo de gente para cruzar un semáforo y, cuando alguien lo empujó sin querer y rozó a Selene con el brazo
— Mi padre era el Conde Chesterfield por derecho y estaba sujeto a leyes. Lamentablemente, las leyes en Italia son arcaicas. Si no hay heredero, el familiar más cercano lo heredará todo.— Y crees que tu primo quiera el título para quedarse con todo. —dijo Selene.— ¿Por qué iba a querer el título?— Por venganza. —respondió Steven.— Tomaso quiere el título, porque tiene una novia de años, y mi abuela le puso los ojos encima a ellos dos, por eso me obliga a buscar una prometida. —siguió Steven.— Giovanna insiste en que tengo que tener una prometida para qué me entregué el título si no, se lo entregara a mi primo y sé que el no tenerlos hará todo lo que él quiere.— ¿Y qué quiere hacer con él?— Quitarme la empresa, todo lo que lo mi padre construyo, lo destruirá.— ¿Por eso no quieres que tu abuela le dé el título?— Sí, por eso no quiero que sé lo de, si no me quedaría en la calle y también que he trabajado mucho por poner la empresa en alto.— ¿Y tu primo Tomaso te odia verdad?—
— ¿Por dónde empezamos? —le preguntó Selene alegremente cuando bajaron del coche en la zona de tiendas más famosas.— ¿Sueles comprar aquí Selene? —le preguntó.— ¿Con mi salario de secretaria? Lo dirás de broma Steven.— En serio no has comprado en estos lugares.— No… A deja de fastidiarme.— ¿Y dónde está la diversión? ¿Te gusta ir de compras?— Sueño con ir de compras, pero nunca tengo dinero. Además, quieres que te vean conmigo, ¿no?.Poco después entraron en la boutique de una famosa diseñadora. Selene había pasado muchas veces por delante, anhelando el día que pudiese hacer algo más que mirar la vidriera llena de maniquíes con hermosas prendas de vestir.— ¿Sueles contratar a un profesional para que le compre ropa a tus amantes, digo?. —Steven hizo una mueca.— Mis amantes tienen su propio dinero, y ellas mismas compran sus ropas.— ¿Todas? ..— Todas. —respondió él. — Mis amantes deben ser independientes económicamente. De ese modo, no tengo que preguntarme si se acuestan conm
Ella abrió los labios como para decir algo, pero de su garganta nada más salió un gemido. «Date la vuelta ahora mismo. Suéltala, vete de aquí». Pero no fue capaz de hacerlo. En ese momento, todos sus sentimientos se centraban en aquella mujer y tenía la extraña intuición de que todo su mundo podría centrarse en ella. Selene cerró los ojos y, sin pensar, Steven inclinó la cabeza para rozar sus labios… La puerta del probador se abrió de repente y los dos se apartaron de un salto.— Ah, perdón. —se disculpó la empleada. — Olvidé llamar.Intentando controlar la tensión entre las piernas, Steven se atrevió a mirar a Selene, que se había puesto colorada hasta la raíz del pelo. El resto del día pasó muy rápido. Selene no recordaba los vestidos que había elegido, ni los complementos, ni las joyas que Steven le había comprado. Y tenía la impresión de que también él estaba desconcertado. Había estado a punto de besarla y ella había estado a punto de dejar que lo hiciese. Todo era tan sorprenden
Ahora que estaban allí en la mansión con Steven, las cosas se había vuelto real, no pensaba arriesgarse. Pero, aunque los pillasen, no había ningún peligro para ninguno de los dos. Lo peor que podría pasar era que Giovanna les prohibiese volver por allí.Y, sin embargo, le preocupaba que acorralasen a Selene. ¿Qué podría decir ella si la encontraba Giovanna sola? ¿Cómo iba a justificar que ella solo era su secretaria y no su prometida? ¿Giovanna era muy sur picas si supiera?.— Ten mucho cuidado con lo que puedas decir…— Ya eso lo sé Steven.— Más tarde, antes de cena tengo que hablar contigo.— Muy bien, ya sé… —murmuró ella mientras salía de la habitación.— ¿Me estás escuchando bien? —preguntó Steven en voz baja.La puerta la abrió y, salió de la habitación con una sonrisa en los labios, Selene volvió su rostro a él y le guiño un ojo.— ¡Sí! Te he oído perfectamente, Steven y adiós nos vemos más tarde.El tratamiento de belleza había sido genial, pero no había podido relajarse del
Selene le había dicho imbécil en voz baja, casi era un susurro. Selene pensó que nunca se había visto tan elegante como con aquel precioso vestido rojo que dejaba un hombro al descubierto, ciñendo la cintura y cayendo con gracia por debajo de la rodilla. Definitivamente, nunca había estado en un sitio tan lujoso. Y nunca en toda su vida había soñado que vería a tanta gente jugándose miles de dólares a una carta o a las vueltas de una bolita, encogiéndose de hombros cuando perdían y volviendo a jugarse otra fortuna unos minutos después.La noche había empezado mal porque Giovanna insistió en que todos fueran al restaurante y luego al casino en la misma limusina. Hacer que Steven y Tomaso compartiesen un espacio tan pequeño era buscarse problemas, pero Giovanna fingía no darse cuenta. Con su inimitable estilo, admiraba su vestido y la felicitaba por su mejorado aspecto después del tratamiento. Steven había salido en su defensa inmediatamente.— Selene está perfecta tal como es Giovanna.
Él se había quitado la camisa y su pelo estaba despeinado, como si hubiera pasado las manos por él varias veces. Una mirada le dijo que su disculpa era sincera, pero no le hizo mucho caso, más bien no quería que la viera llorar. ¿Por qué quería llorar?.— ¿Me perdonas tesorina? —le preguntó Steven.Selene tragó saliva.— Yo no soy tu enemigo, Steven no soy quien te quiere hacer daño. —susurró.— Ya lo sé, mi vida, mi tesorina. —dijo él, apoyando la frente en la suya.— Dices cosas que no quiero escuchar, pero creo que necesitaba hacerlo, verdad.Steven la besó sin poder evitarlo y, cerrando los ojos, respiró su aroma. Tentativamente, Selene le pasó un brazo por el cuello y le devolvió el beso. Pero no había consuelo en sus caricias, solo una desesperación y un dolor que no cesaban porque estaban a punto de decirse adiós. Y, a juzgar por la crudeza de sus besos, Steven sentía la misma desesperación. La toalla cayó al suelo y Selene se apretó contra él, aplastando sus pechos contra el t
Temía haber acertado al pensar que era su abuela quisiera darle el título a su otro nieto. Eso sería lo peor. Giovanna podía ser una abuela peculiar, pero todo tenía sus límites y Selene rezaba para que hubiese límites. Pero algo le decía que al final de la noche no habría más secretos. Steven debía reconocer que Giovanna sabía cómo organizar una fiesta. Esa era la razón por la que las invitaciones a su velada veraniega en Italia eran las más buscadas.Y cada año eran más espectaculares. Esa noche, docenas de invitados recorrían mansión Wolf, muchos disfrutaban de la brisa nocturna en el jardín. Todos elegantemente vestidos. Giovanna había hecho algo diferente y entre otras cosas obsequios, y una famosa bolsa de recuerdos que contenía pulseras de diamantes para las señoras y gemelos de diamantes para los hombres.Durante toda la noche, Steven y Selene se mezclaron con los invitados, bebiendo champán, evitando a los más aburridos cuando era posible y haciendo ver que lo pasaban en gran