Selene Scott se quedó muy extrañada con las palabras que había dicho su jefe, no comprendía por qué estaba tan enojado y a la vez preocupado, cuando la llamo ese fin de semana. Además, no había hablado con él desde el viernes por la tarde antes de ir a casa. De modo que esa llamada del fin de semana fue tan inesperada como la noticia de que debía hacer una prueba para algo que él necesitaba.
Lo raro era que esa reunión, tendría lugar a primera hora de la mañana, el día lunes, en su casa y en privado. Algo extraño en Steven Wolf, ella había olvidado preguntar para qué la quería tan temprano. Ella pensó que a su jefe le pasaba algo, para que la llamara a su casa, y un fin de semana, y que ella se presentará el lunes.
Y tenía que acudir a esa reunión, ya que dependía del sueldo como su secretaria, y esa prueba que tenía que hacer la preocupaba. Si tan solo llevaba trabajando con él tres meses. Si tenía suerte y esa prueba la ayudaba a un dinero extra, lo haría lo que él dijera, ni ella sabía para qué la quería.
Tal vez podría ganar lo suficiente como para arreglar unas cuantas cosas en casa y pagar algunas deudas. Al llegar a su mansión, un hombre tan grande como una montaña abrió la puerta y se quedó mirándola sin expresión.
— ¿Buenos días, está el señor Steven Wolf?. —le preguntó Selene cuando el hombre montaña no se molestó en decir una palabra.
— ¿Y usted es?
— Selene Scott, la secretaria del señor Wolf.
— ¿Documento de identidad?
— Está usted loco.
— Por favor señorita entiéndeme.
— ¡Oh!, si está bien, aquí tiene.
Otra cosa que le había parecido raro, era que él le habían pedido que llevase su pasaporte. El hombre montaña examinó su permiso de conducir, lo que ella le había dado al hombre de la entrada, dejó escapar una especie de gruñido y dio un paso atrás.
— Sígame. —Selene vaciló antes de entrar en un vestíbulo tan lúgubre y anodino como el exterior de un mausoleo, pero cuando el hombre montaña abrió una puerta…
Si había algo completamente opuesto al lúgubre vestíbulo era aquel fabuloso corredor, hasta llegar a una salita estar, allí había un piano de cola, pero no tuvo tiempo de seguir pensando porque el hombre montaña se detuvo por fin, abrió una puerta y le hizo un gesto para que entrase.
Era un estudio muy elegantemente decorada a un estilo antiguo, con varios sofás de piel oscura separados por una mesa. Hay estaba él, su jefe Steven Wolf, sentado en uno de los sofás, leyendo un documento. Sus ojos se encontraron con los de ella, mientras la puerta se cerraba tras ella y Selene sintió un escalofrío.
— Señorita Scott. —la saludó, ofreciéndole su mano.
— Como está, cómo pasó el fin de semana.
— Diríamos que un poco intrigada por sus palabras al llamar a mi casa.
— Bueno, ahora está en la mía, espero que Alfred el allá tratado bien.
— Bien, me pidió mi identificación.
— Todos mis hombres, siempre piden algún documento.
— Bueno que le puedo decir, ahora dígame para que me ha citado en su casa.
— Tomé asiento Selene.
— Umm… Murmuró ella, sentándose en el sofá frente a su escritorio.
Selene no solía ruborizarse, pero había algo en aquel hombre, en su jefe, y la ponía extrañamente nerviosa. Era guapísimo. Tan alto como el hombre montaña, pero menos imponente, llevaba una camisa blanca, pantalón gris y corbata azul eléctrico, pero fueron sus ojos lo que capturó su atención desde el mismo momento que ella comenzó a trabajar con él. Ese color de sus ojos, azul cielo, se veía más imponente con su traje. Su espeso cabello castaño, enmarcaba un rostro esculpido como el de un Adonay y olía de maravilla.
— ¿Quiere tomar algo?. —Selene, tenía la boca seca, y solo pidió un vaso de agua.
— Sí, un vaso de agua, por favor.
— ¿Normal o con gas?
— Normal. —por poco no se desmaya por culpa de esa voz tan ronca y masculina y ese rostro tan atractivo, Selene de verdad se electrizó con esa voz… tan oscura y viril. Y ese acento, era irresistible también.
— ¿Sabe por qué está aquí?. —él preguntó él, mientras abría una botella de agua. Por un momento, Selene se preguntó de qué estaba hablando. ¿Qué le pasaba? Había ido allí para una prueba y él le estaba preguntando eso.
— Me ha dicho que viniera a hacer una prueba, pero no me ha dicho los detalles.
— Cierto, disculpa, estoy pensando en otra cosa.
Selene lo miró atentamente. Su aspecto inmaculado, zapatos tan pulidos que podría usarlos como espejos. Steven Wolf no parecía un hombre de lo que ella trataba. Pero ella estaba allí para una prueba y aquello era muy extraño.
— La verdad no se para que me ha hecho venir, señor Wolf. O es que no hay ninguna prueba.
— ¿Cómo? —Steven Wolf dejó un vaso de agua sobre la mesa y volvió a sentarse en el sofá, frente a ella. — ¡Ah la prueba! Es una tapadera, Selene, ya te explico. —le dijo, mirándola a los ojos sin pestañear. — Necesito que me ayude en algo Selene, vea, necesito que me acompañe, como mi novia, a la casa de mi familia en roma durante dos semanas.
Selene se tomó de un trago la mitad del vaso de agua. Ella nunca había estado en roma, donde todo era moda y grandes mansiones, y considerado uno de los países más ricos del mundo. Solo los millonarios podían permitirse vivir allí y personas con títulos.
— Si acepta mi proposición, estoy dispuesto a pagarle doscientos mil dólares y a cubrir todos sus gastos. —Selene lo miró, boquiabierta. Era una cantidad astronómica, diez veces lo que había ganado el año anterior. No podía ser, debía haber oído mal.
— ¿Ha dicho que va a pagar doscientos mil dólares? —Steven Wolf asintió con la cabeza.
—! Eso he dicho, Selene!.
— Pero es mucho dinero… —empezó a decir Selene, sin poder disimular su inquietud.
— ¿Qué espera que haga por tal cantidad de dinero?
— Primero hay ciertas cosas que discutiremos si llegamos a un acuerdo, pero lo importante es que debes actuar como si estuviese enamorada de mí.
Selene se había llevado muchas sorpresas en sus veinticuatro años de vida, pero aquello era tan inesperado y absurdo que no era capaz de entenderlo. Si no fuera por su seria expresión, aquello sería una broma.— Perdone, pero no le entiendo. ¿Quiere pagarme para que finja ser su novia, su amante?— Así es, pero en mi mundo les decimos «amante» o «amiga», pero a dónde vamos allí no puedes ser nada de eso, sino mi prometida, mi novia.— ¿Novia? ¿Y tendría que compartir dormitorio con usted? Pregunto ella.— Si por supuesto, pero no sé preocupe, no pasará nada entre los dos. —respondió él tranquilamente. — Mi familia debe creer que nuestra relación es seria. —Selene se disgustó y se levantó de un salto.— Pienso que se ha equivocado de persona, señor Wolf. Yo no puedo hacer eso, no soy una mentirosa, menos somos novio.— Ya lo sé, señorita Scott, que no somos nada, pero necesito su ayuda. —dijo él entonces, con una sonrisa que le dio un escalofrío por su espina dorsal.— Sé que me ayudar
Cuando la había mirado, de no haber sido por su inmenso control, le habría hecho el amor allí mismo, era una tentación. Se removió incómodo en el sillón y se quedó mirando por la ventana del estudio, a fuera todo estaba oscuro. Aquella mujer tenía una espesa mata de pelo rubio. Sin poder evitarlo, se imaginó lavándole el pelo. Se volvió a remover y tomó otro trago de whisky. Sin pensarlo, se pasó la punta del dedo sobre la copa.Cerró los ojos y saboreó el momento. Una chica normal se había convertido en simplemente deseo. No era que estuviera excitado. Sin embargo, le estaba sucediendo algo que no comprendía con ella. En lugar de querer que fuera otra mujer, él decidió por su secretaria. Prefería estar cerca de ella, para poder vigilarla, era su secretaria y el fin de semana sería su prometida.— ¿Puedo pasar?. —Steven se giró y vio entrar a Selene.— Por supuesto, siéntese. Todavía nos quedan por hablar algunas cosas. —Selene entró al estudio. Aquel gesto inocente le encantó a Steve
Aunque todo el apartamento cabría en el vestíbulo de la casa de su abuela Giovanna. Pero estaba limpio y olía bien, a dulce de algo. Su hogar tenía estilo y buen gusto y eso era admirable. Selene entró en el salón con un jarrón de cristal lleno de rosas que colocó sobre una mesa.— ¿Has terminado? Vamos que nos esperan.— Espera un momento.Selene desapareció de nuevo y cuando volvió, se había puesto unas sandalias doradas y un agradable perfume que olía a dulce y que parecía envolver todo el apartamento. Llevaba un vestido verde con tirantes, se veía como toda una ninfa. Una fina cadena plateada, separaba el corpiño de la falda de vuelo, que caía por debajo de las rodillas. Con el pelo suelto y un poco de maquillaje. Tenía un aspecto sencillo y elegante.— ¿Y bien? Que le parece. —le preguntó ella.— ¿Satisfecho con el vestido que tú has pagado?.Steven se mordió la lengua para contener la rabia que provocaba la actitud de ella, al expresarse además le haría saber quién era él. Ademá
Tragándose la rabia porque le había herido su sentimiento, lo miró con gesto de adoración.— Seré hija única, y sin más familia. Sin embargo, la única razón por la que estoy aquí es porque soy tu única tabla de salvación jefe. —Steven la miró, atónito.— Es verdad lo que dices, pero hay un detalle, tienes muchas deudas.— Eres… eres…— Nada cielo perdóname por mis palabras.— Si vas a decir cosas que pueden heridme, porque pensarías en mí, yo no fuera aceptado tu proposición. —Steven tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse, si le había dado en la torre. — Sí, quería que lo ayudara, lo habría hecho sin la necesidad de ofrecerme dinero.— ¿Entonces por qué aceptaste todo esto?.Selene torció el gesto. La noche no estaba yendo como ella había esperado. En lugar de asimilar la información que él le daba, él solo discutía como debería hacer las cosas. Entonces él le dijo.— Necesito una persona como tú, sencilla, amorosa y muy bella. Para que mi abuela vea que ya no estoy con alguien, q
Siempre habría cicatrices, ya no tenía familia y estaba sola sin nadie, y tendría que rezar para que aquel trabajo no acabase siendo una nueva tragedia. De hecho, tal vez debería convencer a Steven de que ella no era la persona adecuada.— Steven… conozco a todas tus amantes.— Así es Selene.— Pues deja que lo haga una de ellas. Yo solo he aceptado porque eres mi jefe, pero puede que otra si tenga agallas…— Es demasiado tarde. —la interrumpió él.— Yo no diré nada, te lo aseguro. Te devolveré el dinero y firmaré lo que tú quieras, y buscas a otra Steven.— Ya te he dicho que es demasiado tarde, mi tesorina. —repitió Steven, con un brillo helado en sus ojos azules.— Ya nos han visto juntos.— Pero solamente hemos salido una vez, y hoy Steven, por favor.— Créeme, mi vida. Te cambiaría por otra, encantado pero esdemasiado tarde. Y conociendo a Caleb ya Giovanna se estará enterando de que tengo una prometida.— ¿Después de una sola cita? Por Dios Steven. —preguntó ella, incrédula.—
Selene solo sonreía, intentando controlar sus emociones mientras organizaba sus ideas. Un golpecito en la mesa hizo que su corazón se volviese loco de nuevo. No tenía la menor duda de quién estaba frente de ella. Nicole, la amiga de ella, entre cerro los ojos y miro al caballero.— Disculpe lo conozco. —él solamente se echó, a reír.— ¡Vaya! ¿Qué si me conoce su amiga Selene?.— No, me imaginaba que Selene fuera amiga de un hombre tan guapo y sexy, como usted.— Ya veo que su amiga está muy callada, puedo acompañarlas. —Selene saltó de la mesa, y le dice a su amiga.— Ya vuelvo, Nicole, voy a hablar un momento con el señor.— Ok… está bien aquí, te espero. —Selene cerró los ojos un momento al escuchar la voz de Steven, pero se volvió hacia él esbozando una sonrisa.— Te dije que iba a salir con una amiga, no era para que me siguieras.— Bueno, he venido a buscarte Selene Scott.Steven llevaba un polo azul marino y unos vaqueros oscuros, el pelo todo impecable como de costumbre. Y sabía
No sabía si la prensa publicaría foto de ella con Steven, pero, por si acaso, quería estar preparada. Con un poco de suerte, los fotógrafos que, según Steven acamparían en la mansión de su abuela, para la fiesta estarían demasiado ocupados fotografiando a los ricos y famosos como para fijarse en ella. Ser vista con Steven podría cambiar su vida.Steven había dejado perfectamente claro que era demasiado tarde. Para él lo importante era su título, nada más, y ella tenía que ayudarlo en esa falsa situación.— Pensé que todo el mundo debía creer que estábamos enamorados, lo dejaste claro. —dijo ella, pestañeando coquetamente.— Nuestro amor arderá como una llama durante dos semanas y luego, tristemente, se extinguirá.No había alegría en la expresión de Steven, él sabía que todo aquello era mentira, de dos semanas. Cuando Selene se entera de que las letras diminutas decía que por un año, ella armaría un grito en el cielo, y hasta que no estuviera seguro no le diría nada.— Los términos de
Steven no sabía por qué quería saber sobre sus deudas, algo que normalmente pasaba, aunque lo hizo reír. — ¿Cuánto tiempo tienes con esas deudas? — Bueno, hace dos años las cosas se pusieron feas. — ¿Feas por qué? ¿No pudiste buscar ayuda? — No, muy difícil cuando estás sola, y eres hija única. — ¿Pero por qué adquiriste esas deudas no me has dicho? — Como te explico, las deudas en sí son de mis padres. —respondió Selene con innegable orgullo. — Mi madre era profesora suplente. ¿Lo ves? Una familia totalmente normal. Crecí en una ciudad donde nunca ocurría nada importante. Steven se sentía relajado, algo tan extraño para él como el sonido de su propia risa. Tal vez era la suave iluminación o ver a Selene relajada en el sofá, charlando amigablemente con él. — ¿A qué se dedica tu padre? —Selene bajó la mirada. — Mi padre era contador. — Vaya por eso tus dotes en los números. — Si gracias a él aprendí mucho, lástima que los dos hayan muerto y no te preocupes, eso fue hace much