—¡Eres una reverenda estúpida! ¿Creíste que ese imbécil te iba a responder? ¡Se fue! ¡El maldito se fue!Los ojos de Valka se humedecieron ante la triste realidad:—¡Él no pudo irse sin mí!—Se fue, te dejó embarrilada con ese engendro en la panza y ni creas que voy a hacerme cargo de él.La tomó del brazo y la arrastró hasta la puerta, ella intentaba resistirse, pero mientras más lo hacía más era lastimada, suplicó:—¡Papá, alto, no!—¡Ahora eres problema de la calle!La tiró en media calle y ella cayó sentada y adolorida, la voz de su padre se escuchó ruda, violenta para ser el hombre con el que había crecido:—Anda donde las sirenas a ver si logras mantenerte y a ese engendro que llevas también.¡Cuánto dolor! Cielos, la caída fue terrible, le costó levantarse del piso, era de noche, la gente desde su ventana la miraba y luego se encerraban… Valka se arrastró y llegó a la puerta, la tocó insistentemente.—¡Papá, abre!—golpeaba la puerta—¡papá! ¡Por favor!Sollozó, por largo tiempo
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